EL CONTRATO DE ULISES O CÓMO NO CAER EN LA TENTACIÓN
El contrato
de Ulises o cómo no ceder a la tentación.
Ulises, héroe de la mitología griega, tras la guerra
de Troya emprendió un viaje largo de regreso a Ítaca no exento de peligros como
le advirtió la Diosa Circe. Uno de ellos, escapar del canto de las sirenas. Un canto que
hechizaba a cualquier marinero que lo escuchase que ensimismado caía del barco
ahogándose intentado oírlas mejor. Ulises sabía que llegado ese momento, de no hacer
nada, sucumbiría como todos los anteriores
y para evitar eso diseñó un plan: ordenó a sus marineros que se taparan los oídos con cera y que a él le
atasen al mástil de la embarcación y que bajo ningún concepto lo desatasen aunque
les suplicara y que si lo pedía le atasen con más sogas. Cuando la embarcación
atravesó la isla de las sirenas éstas entonaron sus cánticos, pero los
marineros sordos siguieron remando ajenos al canto hipnótico y a las súplicas de
Ulises para que le desataran que al contrario lo amarraron más fuerte.
Este pasaje de la Odisea de
Homero, nos revela una enseñanza que aplicamos en nuestra vida diaria
como estrategia para escapar de la tentación, de lo fácil, del aquí y al ahora
al que nuestro cerebro es tan vulnerable. La recompensa por el esfuerzo,
pongamos por caso tener salud y un cuerpo estilizado tras largas sesiones de
gimnasio a menudo sucumben por el gran sacrificio que representan con lo cómodo
que es tomarse una cerveza relajadamente. Nuestro cerebro ve el presente nítido
y el futuro como una sombra lejana.
Sin saberlo firmamos
continuamente contratos de Ulises
para no sucumbir a la tentación. Conocedores de que uno no es un sólo yo sino
la suma de varios y que si ahora somos racionales, mañana ante una tentación
bien podemos no serlo. Por eso la máxima de Sócrates "Conocéte a ti
mismo" es tan difícil, porque no somos la
misma persona a todas horas, si no que dependiendo del momento somos una
u otra y todos estos estados diferentes de un yo es bueno conocerlos,
embridarlos y manejarlos.
Para el caso de mantenernos en
forma y superar la comodidad que brinda la pereza una forma sería inscribirse al gimnasio y
pagar la cuota. Ese desembolso sería una manera de atarnos al mástil como hizo
Ulises. O bien ir al gimnasio y quedar con un amigo allí y aprovechar el rato
de esfuerzo para socializar un poco. Otro ejemplo de contrato de Ulises es cuando
uno va al supermercado y no compra
helado ni golosinas, para luego en casa ante el deseo no sucumbamos...
aunque demos vueltas por la cocina —maldiciendo— por aquel momento de
firmeza en el supermercado. Caso extremo
el de los alcohólicos cuando acuden por primera va a reabilitación y les piden
que tiren todas las botellas de alcohol que haya en sus casas. Otro ejemplo se
da cuando programamos transferencias automáticas de nuestra cuenta a otra para
obligarnos a ahorrar. O cuando se sale a la calle sin tarjeta para no gastar.
Contratos de Ulises hay muchos y
también en los que no sólo nos atamos al mástil sino que pedimos a quienes nos rodean que se tapen los
oídos de cera como los marineros de Ulises y no nos escuchen. Por ejemplo, hay
gente que para dejar de fumar firman un cheque con un cuantioso donativo a
alguna organización que les repugna y se lo dan a un amigo con la instrucción de que si fuma se
lo entregue.
Otra ejemplo lo tenemos con algunos estudiantes que en la época de
exámenes para no perder el tiempo con las redes sociales se intercambian las
contraseñas del facebook y así no poder entrar.
Es cierto que podríamos afrontar
el reto de Ulises solo apelando a nuestra fuerza de voluntad. Eso sí que es de
valientes, pero nuestra fuerza de voluntad no es infinita y además consume
mucha energía, por tanto si estamos cansados es fácil que nos falle.
Gracias a la neurociencia y su
conocimiento del cerebro podemos hallar en ella buenos consejos como la Diosa
Circe le dio a Ulises para afrontar los peligros de la vida.
Decía el poeta que la vida es
una combate entre la realidad y el deseo. Por tanto no rehuyamos le combate y a
veces es bueno, porque no, avivar el deseo pero otras veces, las más, saber menguarlo y curtirnos para la
lucha.
Por cierto, ayer no fui al gimnasio...
Muy interesante
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