MEJOR SIN OBJETIVOS. EL ÉXITO SE CONSIGUE CUANDO NO SE PERSIGUE

 

MEJOR SIN OBJETIVOS.

EL ÉXITO SE CONSIGUE CUANDO NO SE PERSIGUE.

 

Este es un libro de Enric Lladó. No hace mucho en el blog comentamos otro de este mismo autor  titulado “El equipo habla”. En “Mejor sin objetivos. El éxito se consigue cuando no se persigue” el autor nos propone un interesante esquema con tres niveles. Una escalera. En esta escalera se puede subir (mejorar) y bajar (empeorar) y lógicamente, como en cualquier escalera,  subir es más difícil  que  bajar. Además señala también unas trampas que podemos cometer cuando estamos en cada uno de los peldaños y que nos van hacer bajar o rodar.

 

Se puede vivir (trabajar, amar, relacionarse, etc.) en cualquiera de los tres escalones, pero si entendemos que cada escalón es una manera de vivir y entender las cosas, podemos movernos buscando  elegir el peldaño en el que queremos estar.

 


Primer escalón

 

El primer peldaño sería el más básico. Aquí impera el  miedo. Si actuamos en este nivel nos mueve el miedo. Actuamos para evitar perder algo. Funcionamos con objetivos negativos; la emoción que nos impulsa es el miedo y precisamente cuando actuamos con miedo por temor a cometer un error lo más probable es que lo cometamos. Cuando actuamos de manera jerárquica, imponiendo nuestros argumentos por ser el jefe o el padre o madre en lugar de convencer,  o dando gritos, probablemente estemos actuando en este nivel. Este nivel puede valer pero solo en situaciones extremas de gran urgencia y peligro. Actuando desde el miedo se suele provocar lo que se quiere evitar. Como cuando intentamos escurrir los espaguetis con miedo para no quemarnos, al final se nos caen y nos quemamos también…

Cuando actuamos en este nivel buscamos culpables y nos quejamos. Se usan palabras como “deberíamos de” o “tenemos que”. Se expresa mucho la obligación de hacer algo por miedo a las consecuencias de perder algo. Un nivel muy básico y empobrecedor que nos limita. Es como cuando jugamos al pádel, el miedo a fallar nos hace peores jugadores. Cuanto más miedo tenemos a no convencer menos convencemos. El miedo paraliza y dificulta.

 



Segundo escalón

 

En el segundo escalón hemos dejado atrás al miedo. Hay mucha más confianza y soltura. La emoción que ahora nos impulsa es la ambición. Funcionamos ya con objetivos positivos. No con negativos y el del miedo a perder. En el ejemplo del pádel ya somos jugadores más experimentados con más confianza en los golpes que ejecutamos y buscamos ser eficaces sin tanto miedo a fallar lo que hace que seamos más certeros. Por tanto, en el segundo escalón hay más posibilidades y potencial que en el primero.

 

Primera trampa

 

Desde el segundo escalón podemos caer al primero. Cuando hemos conseguido algo, nuestro objetivo, lo que sea, ahora puede asaltarnos la duda de no poder conseguirlo de nuevo, por ejemplo el padelista duda de poder volver a ganar otro torneo o mantener su nivel  y regresa el miedo. Es la primera trampa de la escalera: Miedo a no  conseguir el objetivo. Otra trampa es la ambición excesiva: nos obsesionamos en conseguir algo y esa obsesión se vuelve en nuestra contra. Aparece la frustración y  evitamos lo que queremos conseguir.

 

Tercer escalón

 

Supone un nivel de máximo equilibro, casi de perfección espiritual, diría yo. Se da sin esperar nada a cambio. Aquí actuamos movidos por el amor. Dar sin esperar. Estamos funcionando sin objetivos. La emoción que nos impulsa es el amor. Amor al trabajo bien hecho; a una buena conversación; a conocer a la otra persona, etc.

 

En los otros escalones cuando queríamos evitar algo lo provocábamos y cuando ansiábamos a conseguir algo lo evitábamos. La trampa del tercer escalón es que tras conseguir objetivos y resultados puede despertarse de nuevo la ambición excesiva y caer al segundo y luego con  el miedo y al primero. Ejemplo, un artista que se ha hecho famoso con su obra y quiere seguir siéndolo y duda en el camino a seguir buscando la fama.

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA AMISTAD SEGÚN SÓCRATES

Inicio del curso escolar: un poema de Gabriel Celaya como brújula

ILUSIONES ÓPTICAS Y COGNITIVAS. NUESTRO CEREBRO NOS ENGAÑA