El "éxito merecido"
EXPERIENCIAS DE “ÉXITO MERECIDO”
Para una persona poder sentirse feliz debe tener tres aspectos esenciales cubiertos que dibujados a muy grandes rasgos son:
1. Sentirse bien. 2. Vincularse cordialmente con el grupo y 3. Sentir que progresamos.
Si falla alguno de estos tres pilares, la felicidad desaparecerá. El título de esta entrada “Experiencias de éxito merecido” está muy relacionado con el tercer punto “Sentir que progresamos”.
Un elemento común en todos los niños de cualquier cultura en el mundo se da en torno a los dos años y medio y se resume en esta frase. Todos los niños dicen “ Mamá, mira lo que hago”.
No puede haber nada más frustrante que el saberse insignificante por eso adquiere realmente importancia el proporcionarles a nuestros hijos, a nuestros alumnos, la sensación de que avanzan. Cualquier niño disfruta aprendiendo y sintiendo que progresa. Por tanto, los docentes tenemos que procurar que todos nuestros estudiantes tengan esa experiencia de éxito merecido. Incluso los más torpes. Ahí es donde deberá dejarse notar su competencia pedagógica, nuestra habilidad para que todos, con independencia de su nivel, sientan que progresan, en definitiva, de que estamos ampliando sus posibilidades.
Las experiencias de éxito merecido además son un gran activador de energías. Propicia el cambio, la actitud positiva y la motivación por el esfuerzo. Ayuda a entrar en las dinámicas ascendentes que es la base del triunfo en cualquier empresa que acometamos. Para conseguir estas experiencias de éxito merecido hay que plantearles metas adecuadas, con el grado de dificultad preciso. Ni muy difíciles para evitar que fracasen ni tampoco muy fáciles. Deben de tener la satisfacción de conseguir esas metas. No conviene ser demasiado exigentes pero tampoco demasiado laxos. El niño detecta con gran precisión el “elogio no merecido”. Educar más que una ciencia es un arte y el punto medio aristotélico aquí es fundamental.
Como muestra un botón. Cuando yo tenía 13 años, un día paseando con mi padre nos encontramos a mi profesor de ciencias. Nos paramos a saludarlo y él se presentó y le dijo a mi padre:Su hija es la mejor alumna que he tenido nunca. Yo nunca hubiera imaginado que era así y aquel comentario provocó que en toda mi vida estudiantil que ha sido dilatada siempre haya buscado ser merecedora de ese espléndido cumplido. Efectivamente las experiencias de éxito merecido son unas estupendas dinamizadoras y creo que nunca hay que dejar de tener en cuenta el poder de un elogio bien merecido en el momento adecuado
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ResponderEliminarHe eliminado el comentario anterior por haberse colado una falta ortográfica demencial. Decía que un picólogo Weisman afirma que para deshacer el daño producido por un desprecio o un insulto son necesarios cinco halagos. Esto explica en parte por qué son tan difíciles las relaciones humanas desde la pareja hasta el trabajo. Los neurocientíficos han comprobado también que la parte del cerebro que se activa cuando hay dolor producico por un daño físico. Una lesión muscular, por ejemplo, es la misma que cuando se recibe una desconsideración, un insulto o un desprecio. Por tanto, las palabras hieren igual que los golpes. Utilicemos pues sabiamente las palabras para construir y no zaherir. Un proverbio árabe dice que si tus palabras no mejoran el silencio entonces no hables.
ResponderEliminarMe alegro mucho por ese profesor de Ciencias y esa alumna brillante.
Muy interesante el artículo y los dos comentarios. Estoy completamente de acuerdo y no vale la pena que insista repitiendo prácticamente lo dicho. Solo una cosa: también a veces los silencios hacen daño; hay que saber cómo y cuándo callar. Pero ¡es todo tan difícil!
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ResponderEliminarCuando he hablado con padres y madres en las tutorías, siempre les he insistido en la importancia del elogio en la construcción de una autoestima positiva en sus hijos, pero también les he comentado que tengan cuidado, que a veces elogiamos de forma inmerecida y los niños/as pueden creer que son superiores a los demás y pueden crecer pensando que se lo merecen todo,
ResponderEliminarCreo que es tan importante "cuándo elogiar" que "cómo elogiar".No es lo mismo decirle a un niño “eres un fiera” a decirle “veo que fue difícil hacer este trabajo, pero al final lo lograste”
Este último elogio le hará sentirse orgulloso de sí mismo y que pueda reconocer su esfuerzo por mejorar.