VOLVER A EMPEZAR

 

PARA EL CONCURSO DE RELATOS DE ZENDA

 #VocesdeUcrania


El abuelito Olek vive  con nosotros desde que se quedó solo. Mamá  dijo que dormiría  en mi habitación y aunque nunca daba las buenas noches cuando mamá nos apagaba la luz de la mesita, ni  los buenos días cuando me iba al colegio,  me gusta estar con el abuelito Olek. En la cama de al lado el abuelito parecía otro muñequito  de peluche más de mi cuarto, solo que sin pilas y  con los ojos más pequeños y hundidos. Algunas veces, cuando mamá se empeña  en que nos comamos todo el puré, el abuelito  da golpes muy fuertes contra la mesa y grita.  Mamá con  voz  suave le acaricia hasta que le calma. Le limpia  después, las manos y los puños de la camisa, y le besa con  ternura en la frente.   Esas tretas del abuelito Olek a mí no me sirven de nada; cuando yo golpeo  la mesa y pataleo, mamá me fulmina con la mirada y me tengo que tomar hasta la última cucharada del plato. Otras veces, el abuelito  llora sin venir a cuento y no deja de llamar  a Iryna, la abuelita, como si  no supiéramos todos en casa que  ya falleció y que por eso él está con nosotros. Hace poco vinieron  a casa unos soldados con brazaletes amarillos y azules, preguntando por papá. Le dijeron que tenía que irse  con ellos y, desde entonces, la que llora es mamá. Sobre todo por las noches,  cuando tenemos que irnos al metro a refugiarnos.  Me parece algo muy extraño el tener que irse a dormir por las noches al metro, pero papá nos explicó antes de marcharse  que ese era el único lugar seguro para evitar los bombardeos. Aunque ahora lo que no entiendo es el porqué tienen que bombardear la ciudad. El otro día, el parque en el que jugaba  con mamá y otros  niños del barrio  amaneció completamente destruido, con  los toboganes convertidos en amasijos calcinados de metal. En realidad, cuando salimos por la mañana  de la estación del metro  menos edificios son los que  quedan en pie y más las columnas de humo y rescoldos y   la   incertidumbre de saber si nuestra casa será solamente un montón de ladrillos y cascotes esturreados por el suelo. Tengo miedo a esos carros de combate de los rusos con la letra z pintada en blanco. No he visto a ninguno, pero en el metro dicen que están cada vez más cerca de la ciudad. Al caer la noche mamá sienta al abuelito en una silla de ruedas y yo le ayudo a empujar hasta llegar al metro que cada día está más sucio. Es extraño, papá me dijo que el metro de Kiev lo construyeron los rusos a mucha profundidad para hacerlo seguro frente a posibles bombardeos de los americanos, pero son los rusos quienes  bombardean y los americanos los que dicen que eso no está bien. A pesar de que el metro cada vez huele peor y la gente  no deja llorar y rechinar los dientes  o permanecen como estatuas cuando las bombas caen  a mí me gusta estar en el metro por que allí el abuelo Olek no deja de hablar. Parece   uno de mis muñecos de peluche al que le han puesto las pilas nuevas. Al escuchar las sirenas y los bombardeos   sus ojos se agrandan y se vuelven brillantes.  Me coge de la mano fuerte y me llama Alexey, aunque yo no me llamo así. Mamá me dice que Alexey era como se llamaba su hermano mayor y a mamá la llama Kylina, que era como se llamaba su  madre.

Me pregunta el abuelito, como si yo fuera un papá, que si los alemanes  nos seguirán bombardeando y  que si ese malnacido de Hitler no podría irse  ya, de una vez por todas, al infierno.  Me encojo de hombros y le  digo que creo que no son los alemanes quienes nos están  bombardeando sino que son los rusos.

El abuelito  mira  desconcertado y vuelve a callarse sin decir una sola palabra más como cuando está en casa.

Ojala regrese pronto papá. Me lo prometió y ojalá  no sea verdad eso que dijo  a mamá antes de despedirse que  ochenta años después de la segunda guerra mundial  todo es diferente para que nada deje de ser igual.


FIN


#VocesdeUcrania

Comentarios

  1. Qué cruda realidad. Li rusis bombardeando...

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    1. Así es. La estulticia humana se empeña en hacer real lo malvado.

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  2. Conmovedor, un relato crudo pero que nos asalta todos los días desde los noticieros.

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    1. Muchas gracias, Toñi. Triste y trágico por que es real.

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