QUÉ DESEA USTED
QUÉ
DESEA USTED
Deseo del latín: de-siderare. Palabra compuesta de un "de"
privativo y sideris "astro".
Es decir, deseo es "echar en falta
una estrella". El deseo nos señala una ausencia aunque hoy día el deseo impele a
buscar para obtener esa ausencia. Y más ahora inmersos en la cultura del deseo,
al menos, en el mundo occidental.
Desde antiguo la
relación del ser humano con los deseos ha sido atenta, imperando el criterio de
ser conveniente el que controlemos a nuestros deseos porque de no hacerlo serán
los deseos quienes nos gobiernen a
nosotros convirtiéndonos en personas
frágiles y que terminemos aniquilándonos a nosotros mismos.
A Cleantes
preguntado por cómo se podía hacer uno rico respondió: "Sé pobre en
deseos".
Los budistas
afirman que el deseo es el fundamento de la tragedia del yo personal y por eso
intentan liberarse de ellos para alcanzar la libertad completa y superar la
tiranía del yo. Consideran que el deseo es el origen del sufrimiento y que
lleva al hombre a la desdicha, por tanto extinguiendo el deseo, el hombre se
liberará del dolor.
Casi nada.
Pero, como
decíamos, nuestra cultura occidental no parece estar muy por la labor de aparcar los deseos. Más bien al contrario,
nuestra sociedad de consumo, en la que se basa la economía, pretende que nos
abandonemos al deseo. Estimular el consumo, por medio de la publicidad,
alentando el deseo, el consumo, la compra más allá de lo que se necesita, propiciando una sed infinita de poseer cosas, de tener de todo y más que el vecino. Y recordemos lo que decía Nietzsche: "Lo que poseemos, nos posee". A esta economía del superconsumo, solo le importa el ya y el ahora y la cuenta de resultados. No le preocupa la sostenibilidad del planeta, ni las generaciones futuras y mucho menos los millones de personas que quedan al
margen. Ya saben, el 20% de la población consume el 80% de los recursos. Y la
solución no es decirles a ese 80% de la población con menos suerte que se aplique la filosofía budista por su bien, para
que no sufran.
Decía Platón que
educar es enseñar a tener buenos deseos. Y que la valentía es el puente que une
la razón con nuestros deseos. Los deseos son nuestros objetivos. Los que nos
lleva a establecer proyectos para conseguirlos. Por tanto, si somos capaces de
reflexionar sobre nuestros deseos y reformularlos si es preciso, podemos
conseguir proyectos vitales de más calado.
El deseo entra
dentro del campo de la motivación. Nos mueven a hacer algo y esa acción puede provocarnos un
sentimiento que a su vez puede hacernos sentir nuevos deseos. Es decir, los
deseos pueden estar en el origen de los sentimientos y también ser consecuencia
de estos. Por ejemplo, el sentimiento de amor a una persona provoca un deseo de acercamiento a la persona amada y
si no se consigue ese acercamiento, si no conseguimos ese deseo esto puede llevarnos a un estado de tristeza o
desánimo o decepción. O si experimentamos miedo, aparece el deseo de huir.
Dentro del deseo
hay variantes más concretas que particularizan según el objeto o naturaleza del
deseo, su intensidad, su duración y su razonabilidad. Hay todo un abanico para
los deseos particulares, como afán, capricho, antojo, ambición, codicia,
lujuria, avaricia y otros. Todos tienen en común el componente del deseo. Por
ejemplo, la lujuria y la codicia serían un deseo desmedido de sexo en el primer
caso y de riquezas en el otro. Cuando a la codicia se le suma también las ganas
de mantener esas riquezas y no gastarlas hablamos entonces de avaricia. Si
aparece el deseo de gloria nos encontramos con la ambición y si al deseo se le
suma inquietud y vehemencia por conseguirlo entonces ansia. El deseo si va
unido al esfuerzo nos da el afán y si le sumamos la constancia nos da el
empeño, buenas cosas estas dos si van dirigidas a buenos finos, claro.
Me llama la
atención la palabra "capricho"
deriva de cabra. Y ya saben cómo están las cabras... Como decía Juan Huarte de
San Juan refiriéndose a las cabra: "Esta
jamás huelga por los llanos; siempre es amiga de andar a sus solas por los
riscos y alturas, y asomarse a grandes profundidades; por donde no sigue vereda
alguna ni quiere caminar con compañía" y este proceder de las cabras
terminó lexicalizándose. En el María Moliner, capricho se defino como " Deseo o propósito no fundado en ninguna
causa razonable. Variación injustificada en la conducta de alguien o en las
cosas. Adorno o detalle de buen o mal gusto en una cosa cualquiera que no
obedece a la necesidad ni a la conveniencia.
Muy cerca del
capricho está en el antojo con el matiz de la vehemencia, más intensidad.
No nos gustan las
personas caprichosas ni las antojadizas por volubles e inconstantes. Incapaces
de perseverar en el esfuerzo, ni tampoco las codiciosas, ni mucho menos las
avariciosas. El deseo, por tanto es algo que puede ser bueno, puesto que nos
incita a movernos, el problema está en hacia dónde nos lleva o nos dejamos llevar...
Orientemos bien las
velas de nuestro barco a los vientos de los deseos para elegir el rumbo.
Para saber más: Diccionario de los sentimientos de José Antonio Marina y Marisa López Penas. Editorial Anagrama. Colección compactos. Primera edición junio 2011
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