BAJO UN MISMO CIELO. Relato finalista en el V certamen nacional de relato corto UNED


BAJO UN MISMO CIELO
 Los criados perfumaron con agua de azahar   al emir Yusuf, pero ni así se lograba disimulaba ese   olor que desprenden los cuerpos cuya vida se va extinguiendo poco a poco como la luz en el ocaso. Los   médicos llegados del reino Nazarí hasta  Al-Qalà se mostraban incapaces   para atajar aquella extraña dolencia que tornó su piel  de  amarillo  y  hacía arder su cuerpo por   fiebres que acudían  puntuales al amanecer y al anochecer para fustigar  un cuerpo estragado.  El visir consternado escuchó de boca del médico personal del mismísimo sultán del reino de Granada su impotencia para sanarlo. El visir  y  Yusuf eran amigos desde la juventud.   Galoparon por dehesas y valles,  vegas y sierras, escarpes y llanuras,  avanzadillas del reino nazarí.  Realizaban  racias en territorio cristiano  porque para  ambos no había más distinción en el universo  que hombres buenos,  creyentes de Alá, y el resto, cristianos y judíos,  que no merecían otra cosa que el destino de sus afiladas espadas quisieran darle o convertirse en  esclavos, aunque el emir   con el paso de los años metiéndosele  entre las arrugas de su tez cuarteada por el sol hacía tiempo que no invocaba  a Alá y cuando el visir escuchó la reprobación a su hijo por su intransigencia   se preguntó adónde había ido su fe. <   nos   guíe con  éxito, pero en realidad disfrazamos como amor a Dios lo que es puro egoísmo —dijo el emir a su hijo antes de partir para batallar contra tropas cristianas—. Y si no, hijo mío, qué crees que hacen esos pobres cristianos cuando arrasamos sus casas, si no nos pagan la yizia. Te lo diré yo: rezar a su Dios para que los salve y yo te pregunto hijo: ¿Es su Dios  acaso menos compasivo que el nuestro?>>.
Al poco   Yusuf cayó enfermo —castigo de  Alá pensaron en la corte—, a pesar de que su  hijo combatía con ardor al enemigo y se mostraba inclemente con los cristianos  que no renunciaban a su fe.
—Mi visir — dijo en voz baja una criada temerosa de que alguien más pudiera escucharla— Sé de un cristiano, ya anciano, de nombre José cuyos antepasados vinieron de Jerusalén expulsados. Allí aprendieron medicina y secretos de boca de los judíos. Vive con su hija, Inés que venía a mi casa a por agua fresca del pozo cuando era pequeña. Él sanó a mi hija de un mal cuando todos la daban por muerta.
 El visir despidió malhumorado a la criada. El silencio de la habitación era sólo roto por el trinar de unos mirlos en el jardín y   el jadeo intermitente y débil del emir que había perdido la fe y recibía duro castigo de Alá por semejante infamia. El visir se asomó a la ventana. Desde allí, con el sonido relajante del agua de las fuentes del patio se extendía una panorámica sin límites bajo un cielo azul. Pero bajo esa aparente calma el visir intuía que andaban agazapados grandes males. Las tropas poderosas del rey Alfonso I podían derrotar al hijo del emir que había salido a recibirlos en combate. El hijo era impulsivo e iracundo muy malos consejeros para combatir. El visir   salió al minarete y rezó por el emir.
 Los corceles de la guardia real entre   los arrabales causaron terror y cuando se detuvieron en la humilde casa de José, el resto de vecinos respiró aliviado. José disimulando su temblor de manos salió a recibir a los soldados. No había podido pagar la Yizia y se temía lo peor. Los convecinos aunque apenados por él, respiraban aliviados por ellos mismos.
—Por favor, ruego dejéis a mi hija —suplicó  José a los soldados con voz quebrada.
Los corceles relincharon y la guardia sin mediar palabra  subieron a él y su hija Inés  a lomos de uno de los caballos.para llevarlos  ante el emir que apenas si tenía ya fuerzas.
—Si lográis curar al emir os prometo que nadie os molestará y que podréis profesar vuestra fe   y vivir en estas tierras en libertad —le dijo el visir.
 —Es curioso —respondió José—. Mi familia ha pasado generaciones enteras yendo de un lugar a otro.  Por no cambiar de Dios habíamos de cambiar de tierra.
José abrió los párpados del emir y examinó su boca. Tras palpar su abdomen se dirigió al visir y le dijo que su hija debía ir a casa a por unas hierbas.   Los soldados la acompañaron   y a su regreso prepararon un ungüento con  hierbas recién machacadas, raíces y extractos de hojas. Con el paso de los días, la salud del emir mejoraba a pasos de gigante al tiempo que las noticias que llegaban sobre  la defensa de Al-Qalá contra las tropas de Alfonso I eran perores hasta el punto de que las tropas cristianas estaban a punto de romper la defensa de la fortaleza y  el hijo del emir había muerto en combate. El visir sin más remedio organizó  la huida para salvaguardar al emir, pero antes de su partida  este mandó llamar  a  José y a su hija Inés.
—Os estoy  agradecido por haberme salvado la vida.  Ruego que marchéis con nosotros hasta reino Nazarí, allí os trataran como a mi familia. Si os quedáis los que entren, inflamados de venganza,  os acusaran de ayudar  a los sarracenos y os castigaran.
—Mi señor —respondió José—, soy anciano y poco espero ya de la vida, prefiero quedarme aquí, pero os agradezco que llevéis con vos a mi hija.
El Emir gesticuló para que Inés viniera con su corte cuando todos enmudecieron  ante las palabras  de Inés más valientes que el mejor de los ejércitos:
—No  marcharé con vos, señor. Quedo con mi padre. Si el sol cada mañana ilumina y calienta por igual nuestras tierras: moras y cristianas. No distingue fronteras, ni unos hombres de otros, Dios hace igual. Somos nosotros quienes nos empeñamos en odiar en lugar de amar. Y al que llegue le diré lo mismo:   se puede vivir en paz  bajo un mismo cielo.
FIN



El relato ganador y los finalistas del V certamen nacional de relato corto de la UNED y el Ayuntamiento de Alcalá la Real (Jaén)  fueron publicados en un antología

Relatos UNED V Certamen 2018
ISBN: 978-84-95155-26-9
Edición y correción: Eva Martín Cuenca

Empieza el libro con una cita que recoge una frase de Umberto Eco
"Cada cultura absorbe elementos de las culturas cercanas y lejanas, pero luego se caracteriza por la forma en que incorpora esos elementos"




Comentarios

Entradas populares de este blog

LA AMISTAD SEGÚN SÓCRATES

Inicio del curso escolar: un poema de Gabriel Celaya como brújula

ILUSIONES ÓPTICAS Y COGNITIVAS. NUESTRO CEREBRO NOS ENGAÑA