UN DESEO

UN DESEO Quería ver el mar desde pequeño. Solo eso. Nadie entendía por qué. Quizás su madre lo amamantara con el nácar de sueños ya olvidados y no cumplidos. Lo tomaban por chiflado y de ese modo, unos a otros, se pasaban, como las cosas sin valor, aquel deseo curvado y limpio que se le deshacía imposible una y otra vez como las olas escupidas por el mar. Pero la locura de su anhelo no curaba, no menguaba. Se enquistaba entre canas y decrepitud sellado como obsesión en las cuencas de sus ojos. Y sólo, conmovidos por la lástima que despiertan los que se acercan a la barca de Caronte, decidieron llevarle a ver el mar. Subieron y bajaron cerros por serpenteantes caminos de polvo y piedra. Le guiaron como lazarillos de quimeras de utopía y él, con su osamenta vencida por los años, les siguió. Cuidado con la pendiente —le advirtieron—. Allá...