El misterioso caso del alce irlandés y nuestra política: Una cuestión de cornamenta.
Reflexiones desde la biología evolutiva:
EL
MISTERIOSO CASO DEL ALCE IRLANDÉS Y NUESTRA POLÍTICA: UNA CUESTIÓN DE
CORNAMENTA.
Un
singular caso de biología evolutiva y comparada.
La
biología evolutiva brinda un excelente paradigma para entender la historia natural y, en no pocas ocasiones,
por comparación, muchas otras cuestiones
de la actividad humana. Un ejemplo de esto, lo brinda el alce irlandés que ni era alce (era un ciervo) ni era irlandés. Fue
una especie (ya extinta) que vivió hasta hace 12.000 años, anteayer en términos
biológicos. Desarrollaron una magnífica cornamenta, como puede contemplarse en
innumerables museos de historia natural. Esta cornamenta llegaba a pesar 40
kilogramos y medir 3,4 metros de punta a
punta y se renovaba, como en los cérvidos actuales, cada año. Se llamó irlandés porque muchos de estos
especímenes se encontraron en Irlanda pero habitó muchas otras zonas. La
misteriosa extinción de esta especie suscitó grandes controversias e incluso se
utilizó este caso para intentar darle la puntilla a la teoría evolucionista de
Darwin. Algunos naturalistas argüían que si la evolución tendía hacia la
perfección, el progreso y la mejora de las especies (una idea tan extendida
como errónea) no tenía sentido alguno que la evolución, favoreciese un
crecimiento tan formidable de estas cornamentas, hasta el punto de hacerles desaparecer
de la faz de la tierra. Un contrasentido, vamos.
Se pensaba que estos cuernos servían para la
lucha y que cuánto más grandes, más
capacidad de supervivencia al poder
enfrentarse a otros individuos de su especie u otras diferentes con éxito.
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Megaloceras giganteus (Alce irlandés) |
El
prudente, tranquilo y preclaro Darwin apuntó con su habitual sagacidad y
brillantez, que quizás estas cornamentas no se utilizaban para luchar sino que
eran un reclamo sexual para las hembras que se sentían atraídas por cornamentas
cuanto más grandes mejor (un caso de selección sexual). Esto se ha repetido
muchas veces en la biología evolutiva. Una
manera de jerarquizar a los machos (pobrecillos) para que todos los individuos
sepan quienes son los más fuertes. Así se evitan muertes innecesarias en luchas
improductivas que perjudican a los dos contendientes. La naturaleza es así de
parca y austera. Muchos paleontólogos han comprobado que estas cornamentas del
alce irlandés y los cráneos que las
sustentaban no mostraban signo alguno de
que se hubieran utilizado para luchar.
Ninguna mueca, ni marca ni nada parecido. Cornamenta grande era sinónimo de
genes muy interesantes, con los que aparearse para dar así una buena herencia genética a la descendencia.
Pero claro, la evolución es ciega y
lo que funciona en un momento dado, puede dejar de hacerlo, al siguiente sin
más ni más, y esto es lo que le pasó al alce irlandés. Sus cornamentas eran
símbolo de poderío. Hubo una selección a favor de este atributo, hasta que
llegado un punto se convirtieron en un lastre pesadísimo. Puede decirse que
esta especie murió de éxito. La
glaciación de hace 12000 años, le dio la puntilla definitiva.
Nuestros
políticos han desarrollado una cornamenta (metafóricamente)
similar a la de los alces irlandeses. En muchas ocasiones sus egos inflados les
han llevado a defender proyectos absurdos, huelga decir que costosísimos para
nuestros bolsillos, en aeropuertos, tranvías, patrocinios extravagantes, entes públicos, fastos costosísimos,
televisiones autonómicas con múltiples canales, multitud de chiringuitos
pseudolaborales en los que no se sabe, ni ellos mismos siquiera, con exactitud
cuántos hay cómodamente instalados en nómina, prebendas para los abnegados políticos
difíciles de conciliar con la mesura, la justicia y la honradez. Han colonizado
a la Administración pública y entrando a tropel en los consejos de
administración de las cajas de ahorro con la incógnita de ¿para qué? Un
congreso de los diputados (nacional y autonómicos) en los que en no pocas ocasiones parecen que las actas de
diputados se heredan de padres a hijos. Un senado que más bien parece un
reparto de mamandurrias, sinecuras y retiros en vida en agradecimientos por los
servicios prestados, políticos que tras serlo, ¡qué casualidad!, son excelentes
consultores y asesores ( o directísimos allegados) de empresas privadas, con
las que han tenido relaciones precisamente en su etapa de labor política, en definitiva,
una clase política omnímoda con un
poder que, prácticamente de desparrama y controla todas las esferas de la vida de un país
(incluido los otros poderes que supuestamente deberían quedar al margen). Y
esto, es una cornamenta muy grande,
gigantesca como la del Megaloceras giganteus (alce
irlandés) insoportable de sostener. Ellos dicen que esos gastos son simbólicos
en comparación a las grandes partidas presupuestarias del Estado, pero
precisamente por ello, porque son los dirigentes de la sociedad deben procurar
ser ejemplarmente buenos y no empeñarse
en serlo malo. La biología evolutiva impone sus leyes, el que más se reproduce
más genes deja en las futuras generaciones, pero el ser humano puede, utilizando la inteligencia, intentar
escapar o al menos retrasar esta inexorable ley. Y en el caso que hemos puesto
encima de la mesa, para reducir esta pesada e inútil cornamenta (política)
habría que, en mi opinión:
1. Reducir la carga política.
Menos políticos a todos los niveles. Estatal, autonómico y local. Países como
Alemania con una quinta parte de políticos funcionan estupendamente bien. Algún
malintencionado podría llegar a pensar
que cuántos menos mejor. La cuestión es buscar el número mínimo
necesario.
2. Rendimiento de cuentas por los
políticos. No solamente, como quieren conformarnos, celebrando
elecciones cada cuatro años y así repartirse el pastel, entre ellos, por
cuatrienios. No. Entre otras cosas porque el pastel es tan grande que incluso
las migajas para el partido que no gane son muy suculentas. Habría que rendir
cuentas, de manera efectiva, igual que un gerente tiene que dárselas al dueño
de la empresa. No lanzando gritos y aspavientos en diatribas políticas en
vísperas electorales. El número de
cargos políticos y escaños debería estar en función del porcentaje de votos efectivos
de la ciudadanía en cada elección. El voto en blanco así sería realmente un
castigo regulador y no una patada al aire. Listas
abiertas para que los políticos pudieran responder más ante sus ciudadanos
votantes que a sus partidos. Ya se sabe que no se ha de morder la mano que te da
de comer…
3. Profesionalizar la política no hacer
políticos profesionales. De sus decisiones depende el futuro
de nuestra sociedad, por tanto teniendo en cuenta lo importantísimo de su
labor, hemos de intentar conseguir que
los políticos sean gente de la máxima preparación. Deberían formarse en los
Institutos y Universidades de máximo prestigio. Que valgan los méritos de formación intelectual y no
méritos de pegar carteles desde pequeñitos, por poner un caso, o por ser hijo o
hija de papá o mamá, o por lanzar exabruptos más o menos bien hilvanados hacia
el otro partido con la idea central y única del “y tú más”
Hace
unos años leí una entrevista de una mujer, abogada ella, que había obtenido el
premio extraordinario fin de carrera. El mejor expediente de su promoción en
toda España. Estaba afiliada a un partido y muy comprometida con la política,
(el nombre del partido es lo de menos, me temo que lo que tienen en común los
partidos (mayoritarios) es mucho más de lo que nos quieren hacer ver y comentó
(con amargura) que no pudo hacer carrera (allí) tuvo que retirarse, no la
dejaron. Eso es derrochar capital humano.
En definitiva, procurar evitar que, al
igual que las pesadas cornamentas del alce le hicieron hundirse en las frías
turberas septentrionales, hasta su extinción, que esta cornamenta política tan grande que sufrimos que se adelgace y,
sobre todo, que sea más funcional y operativa. Que no se limiten a taparse la
nariz y echarse la culpa unos a otros, cuando el muerto se descompone y empieza
a oler.
Admito que a este corolario pueden hacérsele muchas
objeciones. Estoy deseando leer sus
comentarios. Un saludo y buen verano. Voy a ponerme ya a entrenar, para
rebajar mala baba y sosegarme un poco. Pobres políticos, pobres alces y pobres
de nosotros.
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