Maquinitas deseantes
Maquinitas deseantes
En entradas anteriores hemos comentado la relación que existe entre el control del deseo, el impulso y el éxito. Del triunfo de la libertad sobre el imperio del impulso. Platón dijo que la educación consistía en hacer tener buenos deseos, lo que no dijo era cómo. Los griegos llamaban a la proliferación de los deseos pleonexia, y lo veían como algo malo. Si a eso le añadimos impaciencia, aparece lo que el castellano llama "ansia" mala cosa aunar ambas. Desgraciadamente en nuestra sociedad actual, el modelo de desarrollo se basa en buena medida en explotar este muy débil punto de los humanos. Los deseos sin reflexión saltan los portillos del ánima.
Desde siempre ha habido tiranías que supuestamente han intentado engendrar "un hombre nuevo", en el mismo siglo pasado, la nazi o la comunista. A pesar del gran poder coactivo que ejercieron, traducido en millones de muertes, fracasaron. Fue justamente esa coacción la que inmunizó a los mismos ciudadanos supuestos beneficiaros. Pero, hoy día, hay métodos mucho más insidiosos, y visto lo visto mucho más eficaces. Comparto con vosotros una deliciosa reflexión de José A. Marina.
¿Qué tienen en común la sociedad del consumo, el auge de la violencia, el aumento de la obesidad, las epidemias de la ansiedad, la fragilidad de las relaciones afectivas, la creciente manifestación de los comportamientos impulsivos, el éxito de los centros comerciales, las campañas de fidelización de las empresas, el aumento de las adicciones, el prestigio de la moda y la falta de atención de los alumnos en la escuela?
En la sociedad de consumo, el sistema productivo ya no está dirigido a satisfacer las necesidades existentes. Hay un exceso de producción. Hace falta despertar los deseos, provocar una glotonería ávida. Fomentar el consumo. La función de la publicidad es producir sujetos deseantes . La hipertrofia del mercado provoca insatisfacción porque produce necesidades y apetencias que sólo son efímeramente satisfechas. Además, tiene que dar la impresión de que todo el mundo tiene derecho a disfrutar de ese producto, lo que produce una frustración continua. Mercado, publicidad, ansiedad, depresión, violencia aparecen así como elementos aislados pero realmente forman parte del mismo entramado.
La moda de los deseos efímeros, intensos, urgentes y desechables ha contagiado a nuestro mundo afectivo, que se ha fragilizado porque incita a un hedonismo inquieto y un poco escéptico. La moda, con su atractivo imperioso y efímero, se ha convertido en arquetipo vital. Nada proporciona un gran placer, y la única solución es encadenar múltiples y veloces placeres, plenamente sustituibles. Las parejas se separan-en muchas ocasiones- no porque estén en crisis, sino porque sienten que sería insoportable una vida sin otras experiencias.
La exaltación de placer rápido permite situar las dos últimas piezas de la adivinanza: el aumento de las adicciones y la falta de atención de los alumnos en las aulas. La proliferación de los deseos crea personalidades caprichosas que soportan muy mal el aplazamiento de la satisfacción y la frustración. El marco del mercado opulento es adictivo, restringe la libertad aunque al hacer posible la elección entre muchos productos enmascara esa decisión. La ideología del deseo provoca un troceamiento del yo, convertido en un conjunto de maquinitas deseantes, y la falta de atención de los alumnos no es más que una extensión de la conciencia del espectador de televisión, que necesita disfrutar del zapping.
Espero vuestros comentarios. Me encantaría leer vuestras ideas acerca de esto.
Mi comentario es puramente personal pues no tengo datos de los que echar mano. Hablo desde la experiencia y la observación constante.
ResponderEliminarMe ha interesado sobre todo el párrafo” la moda de los deseos efímeros…” Efectivamente se está cayendo en ese remolino de actividad cambiante hasta en lo más importante: el territorio de los afectos. Esa parte es la que más me preocupa y en la que pienso con frecuencia. Es casi terrible que estemos cayendo en ese mal. Se oyen, a veces, comentarios desalentadores sobre los motivos por los que se rompe una pareja. La frase última referida a vivir otras experiencias es desoladora.
En cuanto al último párrafo, me lleva de inmediato al problema de los niños de hoy con los juguetes, por ejemplo. Se les regala algo, incluso un libro, se alegran, lo miran dos minutos y ya están pensando en lo siguiente que desean o que desear. Y en cuanto a la falta de atención de los alumnos habría para escribir un libro pues tiene múltiples causas.
Por cierto,aún no he recibido la novela y estoy deseando seguir leyendo.
Yo sinceramente pienso en relación a lo que comenta Mª Antonia, que aquel que extingue su relación de pareja o matrimonial aludiendo que necesita nuevas experiencias, es porque realmente no ama a la otra persona, si hubiera conocido el amor verdadero no necesitaría esas supuestas experiencias, o sabría compartirlas con su pareja.
ResponderEliminarHola, José Carlos,dicen los expertos que la inteligencia tiene dos compartimentos. En el nivel inferior la inteligencia generadora, que no para de proporcionarnos ideas, sentimientos, ocurrencias, et. y luego en un nivel superior está la inteligencia ejecutiva, que filtra y ordena todo el maremagnum anterior. Hay técnicas para mejorar ambos compartimentos (me gustaría apredender algo sobre ellas). Pues bien, esta inteligencia ejecutiva es a la que tú aludes indirectamente. Esta inteligencia es la que hace que ante un impulso primario como el sexo, no valga el sexo cualquiera con cualquiera, sino con una persona y no otra. Esto sería algo así como el "amor verdadero" al que tú aludes. Quizás todos los amores sean verdaderos, sólo que algunos se prolongan en el tiempo y otros son más efímeros, o por el contrario todos sean ilusiones, o bien haya de los dos tipos con sus combinaciones. Perdona, la perorata, estoy incubando un resfriado y las neuronas me patinan un poco. Juanma.
ResponderEliminarMe parece ésta una visión muy acertada de nuestra sociedad actual. Creo que el problema no está en tener deseos, los deseos forman parte de nuestra esencia y nos impulsan a la acción, sino que esos deseos no son realmente nuestros, sino impuestos desde fuera y es por ello por lo que no nos satisfacen. Una de las cosas que más me llama la atención en el mundo de los múltiples engaños de la publicidad y el consumismo sin sentido es que se intenta convencer a la gente de que para cualquier cosa que desee hay una fórmula mágica para conseguirla sin ningún tipo de esfuerzo: tenga el coche de sus sueños y páguelo en cómodos plazos, aprenda inglés sin esfuerzo, pierda peso sin pasar hambre, obtenga una forma física increíble sin hacer ejercicio....por favor, ya no basta con querer crear hombres y mujeres perfectas, sino que además no nos va a costar esfuerzo. Ésa es una grave distorsión de la realidad. Todo el mundo debería saber que cada cosa que uno consigue en ese mundo cuesta un gran esfuerzo y por ello precisamente lo valoramos.
ResponderEliminarRespecto al amor, a José Carlos le diría que tiene toda la razón: cuando existe amor, no tiene uno necesidad de buscar otras experiencias, pero también tiene razón Juanma: el amor es eterno....mientras dura. Y a Mª Antonia: efectivamente los motivos por los que hoy día rompe una pareja son a veces irrisorios, pero también pienso que toda la vida ha habido desengaño, desamores y muchos matrimonios desavenidos, pero las convenciones sociales ejercían un papel fuertemente coercitivo y eso no se comentaba o se hacía muy en privado. La libertad de que hoy se dispone de romper una relación que no funciona me parece muy bien, aunque como todo en esta vida puede tener un buen o mal uso. Es muy interesante esta pequeña tertulia.