VIVA EL FÚTBOL
¡¡VIVA EL FÚTBOL!!
Mi vida
sexual ha estado ligada al mundo del fútbol. Suena raro, pero fue así desde sus comienzos. Perdí la virginidad cuando el equipo de mi entonces novio
ascendió a no sé qué categoría. Qué le pasaría por la cabeza con lo
parado que era.
¡Viva el
fútbol!
Me casé con él, a pesar de saber que sólo una cosa era capaz de sacarle
del gris, la mirada cabizbaja y los
pasitos cortos con las manos atrás: el fútbol. Me habitué a
su débil brío y frialdad de ánimo. Lo
único que le encendía el deseo y le levantaba un poco, sólo un poco, el
ánimo y algo que tenía por ahí escondido era el fútbol cuando su equipo ganaba.
Lamentablemente
era socio de un equipo de provincias por lo que las alegrías en el campo además
de pocas eran muy espaciadas y la transferencia de esa felicidad a la cama más escasa aún.
Y cuando su
equipo descendió a los infiernos de la tercera división mi marido cayó en una
apatía tal, que nuestro matrimonio voló sin remisión rumbo a los juzgados camino de la separación.
En mi nueva
andadura en solitario comprobé que, como los perros de Paulov que salivaban al
escuchar una campanilla, mi líbido se
asociaba a algún éxito futbolero.
Cuando escuchaba jaleo de claxons y bocinas de
coches y transeúntes por la avenida sentía un estremecimiento desde la ingle hasta el cogote que me hacía salir a la calle
como una forofa más dispuesta a darlo todo por el triunfo. Fuera el equipo que fuera.
¡¡Viva el
fútbol!!
Con el
mundial de Brasil fui una novata. A España no le fue bien y fue eliminada a las primeras de cambio. Me dejé imbuir
por el espíritu de mi exmarido y la tristeza del fútbol se contagió a mi cama. Una pardilla, hasta que
recapacité y cuatro años después con este mundial de Rusia 2018 he redescubierto el maravilloso mundo del fútbol.
El otro día, en un pub,
echaban el partido Islandia Argentina o Argentina Islandia no sé quien es el
local en este tipo de campeonatos. Es más, al principio no distinguía bien a cada equipo,
pero el de la camiseta albiceleste me recordaba al humilde equipo de mi ex marido
, su poco rendimiento en el terreno del juego y el poco empuje sufrido en el colchón. Miré
en derredor y observé a un islandés que estaba entusiasmado viendo jugar a su selección. Chapurreaba en español algo así como que
estaba empatando con la Argentina de Messi. Algo increíble.
Y yo me
alegraba de su empate. Nos abrazamos al finalizar el encuentro que tuvo un
inesperado tercer tiempo.
En mi cama.
Cómo
empujaba aquel nórdico de casi dos metros. Con qué fuerza. Eso sí que era algo increíble. Con qué entusiasmo se conducía movido por la alegría de aquel empate en mi cama.
¡¡Viva el
fútbol!!
Poco después,
excitada por saber que se celebran un sinfín de partidos durante junio y julio
a la vuelta del Mercadona paré en un bar
del barrio a tomarme una cerveza. La concurrencia era de piel oscura y muy atléticos. Nada que ver con muchos de los barrigones pajizos seguidores de otros equipos.
Ganó Senegal
a Polonia. Según los entendidos un resultado sorprendente, como así mismo me lo
confesó Debayé un vendedor de Cedés, sortijas y carteras que llegó a España hace
unos años sin papeles pero con una muy buena dotación.
Aunque para
sorpresa , la mía por la alegría que le despertó en el vendedor de Cedés la victoria de su equipo. Todo un atleta a pesar de las pequeñas dimensiones de
mi cama.
¡! Viva el
fútbol!.
El otro día,
apremiada por aprovechar toda la potencialidad del mundial de fútbol me dio pena por ese equipo de rayas
blancas y azules que tanta alegría despertó en el vikingo y que a su vez cual
correa de transmisión me transfirió a mí con toda vigorosidad y hombria. Antes
con lo tonta que era seguro que hubiera mojado mis ganas con la desconsolación
de la falta de puntería de Argentina,
pero ahora no.
Aquel croata a cada gol de su selección entraba casi en paroxismo. Un extásis en el tercer gol que luego supo mantener y trasladar a mi recinto de juego y menudo aquel croata, ese sí que sabía tirar a puerta. Los tres goles de su Croacia fueron nada con los que me endosó a mí. No se cansaba.
Aquel croata a cada gol de su selección entraba casi en paroxismo. Un extásis en el tercer gol que luego supo mantener y trasladar a mi recinto de juego y menudo aquel croata, ese sí que sabía tirar a puerta. Los tres goles de su Croacia fueron nada con los que me endosó a mí. No se cansaba.
Qué animal.
¡Viva el
fútbol!
Cuando
juegue la roja, no tengo dudas, quiero que gane. Pero
hay un marroquí recién llegado a España.
El pobre lo pasó mal viajando casi en un flotador pero es muy espabilado y muy
guapo.
Veré el
partido en el bar a la vuelta del Mercadona y si gana Marruecos lo celebraré. Bueno, quiero decir, lo celebraremos.
Y si gana
España, también.
¡¡Viva el Fútbol!
Que bueno. Y yo del betis... manda «guevos».
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