EL PROBLEMA DE LA GRATITUD
EL
PROBLEMA DE LA GRATITUD Y LA GENEROSIDAD
La gratitud es un
sentimiento cuyo significado ha fluctuado con el tiempo. Tuvo un
pasado glorioso: "Es de bien nacidos ser agradecidos",
pero hoy día aun teniendo vigencia ese
refrán, su sentido se ha girado hacia un
lado más oscuro. Hoy día impera un igualitarismo ramplón que rechaza las asimetrías
y que recela de la gratitud. ¿Si cada uno va a lo suyo, por qué tiene que hacer
nadie algo por otro sin más ? ¿Qué le moverá a hacerlo? ¿Y por qué el benefactor
tiene que sentir gratitud?. Esta
gratitud parecer como una sumisión y
servilismo ventajoso. Se confunde la gratitud con humillación y el acto de
generosidad en sí como el tributo que el vicio (deseo de poder, dominación,
afán de seducción, etc.) rinde a la virtud. En otras palabras, si todos tenemos
que ser iguales, la gratitud es un sentimiento que no se debiera producir. Se convierte en algo de inocentes o crédulos.
Mala cosa, porque la gratitud es un sentimiento que hace bien a quien lo siente
y a quien lo recibe.
La gratitud es un
interesante sentimiento que sondea bien las sentinas del alma y sus
contradicciones. Alguien que puede hacer un bien, sin obligación ninguna y sin
pretender nada a cambio lo hace a otra persona. Y es esta persona que recibe la
gracia quien da el sentido a esta
generosidad. El receptor puede entender este gesto como una gracia y
experimentar gratitud, un sentimiento positivo que le mueve a corresponder
(como el político que va conceder un
contrato durante unas vacaciones pagadas por la empresa adjudicataria). Pero
también puede interpretarlo como un intento de manipulación, como el simple
pago de una deuda o peor aún como una ofensa. Séneca decía que no hay favor tan
lleno de bondad que no pueda tocarle la malicia ni ninguno tan mezquino que no
lo haga bueno una interpretación benévola.
¿Qué es lo opuesto a la
gratitud?
En un primer
momento, todos diríamos que la ingratitud. Pero el fino escolástico Santo Tomás
dijo que no. Lo opuesto a la gratitud es la venganza. Si la gratitud es un sentimiento de agradecimiento
a un bien recibido, el opuesto sería la venganza un sentimiento de hacer mal
ante un daño u ofensa recibida. Bajo esta premisa entonces la ingratitud sería
la ausencia de un sentimiento de gratitud, del mismo modo que el perdón lo
sería de la venganza. Un ingrato recibe una atención y responde con
indiferencia igual que el daltónico no responde ante determinados colores.
¿Debería dolernos la ingratitud?
Si el sentimiento
de la generosidad que nos ha llevado a hacer algún favor o gesto a la persona
ha sido puro, no debería defraudarnos la
ingratitud como manifestación de ausencia de respuesta. Se supone que no
esperábamos nada a cambio. Aunque, admitámoslo, es agradable el recibir algún
gesto de aprecio.
Y es en este punto
donde comienza el problema de la gratitud.
Recibir un favor
supone estar en deuda. Séneca decía que si alguien recibe un favor no debe
responder rápido, porque si lo hace así se comporta más como un deudor que como
una persona agradecida. "La
presteza en devolver no es propia del hombre agradecido sino del deudor"
dijo Séneca y "que el favor hay que
recibirlo siempre con buen corazón, pero eso sí debe esperarse un tiempo para
recompensar al bienhechor, puesto que si se responde de manera rápida a un don
con otro tal gratitud no parece virtuosa porque el que procura devolver
demasiado pronto es deudor contra su voluntad, y quien por fuerza debe es un
ingrato".
Es interesante
comprobar que en todas las culturas funciona el mecanismo de corresponder al
favor. La generosidad suele crear lazos afectivos entre el benefactor y el
donante. Y en muchas culturas está muy arraigada "La ética de la devolución". Quien recibe queda en deuda.
Por este motivo,
dada la importancia concedida a la gratitud y a la devolución de la deuda hace
que en Japón se sea muy receloso respecto a los regalos (vamos, igualito que en
España). El hecho de que quien recibe la ayuda queda muy endeudado no incita a
las personas a aprovecharse de esta ventaja, si no todo lo contrario y las hace
muy cautas a la hora de prestar ayuda o conceder favores. Como ejemplo, decir
que "dar las gracias" en japonés es la palabra katajikenai que está escrita con el signo utilizado para expresar
"insulto o desprestigio". Y también "estoy agradecido". ( Igualito
que para los muchos y variados gorrones que pululan por nuestros lares...).
Por qué la gente puede ser
ingrata
Kant decía que la
ingratitud hacia el benefactor es un vicio detestable pero, vemos que es un
vicio que abunda.
Hay varias casusas
para la ingratitud:
Recibir un favor
supone establecer un lazo afectivo con el donante y puede ser duro tener que
amar por fuerza a alguien a quien no quieres. Y si tenemos que aceptar
beneficios de alguien por miedo a rechazarlos no estamos obligados en ese caso
a corresponder. Sería este un caso de ingratitud de una persona honesta. Una
ingratitud decente y digna.
Pero hay otras
ingratitudes mucho más prosaicas. Por ejemplo la de aquel que se considera que
todo lo merece. Aquel que tiene tan buen concepto de sí que piensa que todo se
le debe y todo lo merece. Y que recibe los favores como paga y no como gracia.
Y aún así siempre está quejoso.
El afán desmedido
de cosas y deseos hace al hombre ingrato que no valora lo que tiene o recibe,
adormeciendo su memoria.
Luego está la
avaricia. La avaricia hace que nadie sea agradecido porque siempre uno quiere
más y no hay nada que sea suficiente para una esperanza desmesurada. (Muchos
hijos malcriados se comportan así).
Y luego está la
envidia. La envida hace siempre comparaciones. Aquel hizo esto por mí, pero por
aquel hizo mucho mas y a mejor tiempo. Y cuidado con esto por que cuando el
generoso choca contra la envida hace enemigos más que amigos. Para evitar esto hay
que seguir los consejos de Séneca. "Demos de la misma manera que
quisiéramos que se nos diese" y más importante aún: del mismo modo que nos fijamos en qué tipo de
personas son aquellos a los que les vamos a prestar dinero del mimo modo
deberíamos fijarnos en cómo son aquellos a quienes vamos a hacer un favor. Si
hacemos favores aquellos que los reciben pueden preguntarse "Y por qué a
mí esto y aquel aquello. Yo merezco más. Y dónde creíamos a un amigo ya tenemos
un enemigo. La insidiosa envidia colándose por las rendijas del alma humana.
En España el que
hacía un favor tenía que ser correspondido y muchas veces una manera de
provocar era haciendo un favor tan grande que el benefactor se viera
comprometido por no poder devolverle otro de la misma medida. Esto se podía
considerar una ofensa. La cultura oriental, como hemos visto, va mucho más
allá. En Japón nadie debe ofrecer ayuda de manera indiscriminada. Si lo hace,
la otra persona le estará en deuda y no se puede obligar a nadie a estar en
deuda con alguien a quien no quiere o no ha pedido nada.
En fin, que un
sentimiento noble como es la gratitud según la cultura y las tradiciones puede
percibirse de maneras diferentes. No obstante yo me considero una persona
generosa y agradecida.
Y los demás que
hagan lo que quieran.
Una buena manera de
ver las cosas es sentir gratitud y dar las gracias por todo lo bueno que nos
rodea y aquello que nos sucedió en el pasado. Cuesta lo mismo que fijarse en
lo malo y nos rinde más.
FIN
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