UNA REFLEXIÓN ACERCA DE LA AMISTAD: DESDE ARISTÓTELES HASTA NUESTROS DÍAS
Acerca de la
amistad: de la profundidad de Aristóteles a la superficialidad del facebook
De la amistad Aristóteles lo dejó explicado todo. La diseccionó con precisión de relojero pero aquello se olvidó y hoy, 2500 años después, las redes sociales y el facebook han hecho de la amistad un pobre y desnaturalizado sucedáneo. Los seres humanos al tropezarse unos con otros pueden conectarse de diferentes maneras. Y uno de los ligazones más poderosos que existen es, junto a la necesidad, la amistad. Si escribiéramos la palabra amistad en la esquina de un papel y lo doblásemos por la diagonal justo en el extremo opuesto se hallaría el odio: una perfecta amistad en sentido inverso que despierta la misma si no más energía que la benéfica amistad. En el reverso de la amistad, por la otra cara del papel, estaría el amor y en el del odio la envidia y muy cerca de esta la soberbia. En esa línea marcada por el doblez hecho en el papel, poco antes de llegar al odio nos toparíamos con la animadversión y en la mitad justo del papel, entre la amistad y el odio, encontraríamos la indiferencia debida ésta no pocas veces, a una querencia de que así sea como el resultado de un mecanismo refinado y civilizado de animadversión. Entre este punto intermedio neutro y la animadversión se hallaría la antipatía producto ésta no pocas veces de cuestiones subjetivas y es por ello que se comprueba con frecuencia y con asombro que quien despierta antipatías en unos provoca afectos agradables en otros, y en el reverso de la antipatía a la envidia. La simpatía estaría entre la amistad y la indiferencia, pero predispone a recorrer el doblez del papel rumbo a la amistad igual que su opuesto — la antipatía— incita hacia la animadversión y esta, a su vez, al odio. La indiferencia, decíamos, ocupa el espacio central de la hoja y es en dónde confluyen la mayoría de los afectos y desafectos ya que por muchos amigos que se tengan; simpatías y antipatías despertadas y enemigos encontrados muchos más serán los que se encuentren en la indiferencia por simple desconocimiento de su existencia o por falta de tiempo u oportunidad de interacción ya que es sólo cuando se produce el encuentro entre las personas cuando se despiertan los sentimientos descritos.
No pocas veces como suele suceder con todo lo que atañe al ser humano se pasa de un extremo a otro y es así por lo que de la amistad se pasa al odio y es sólo con el transcurrir del tiempo, ese poderoso balsámico —anestésico unas veces y reflexivo otras—, como puede abandonarse al odio e instalarse en la indiferencia aunque nunca retornar a la amistad; salvo, sorprendentemente, cuando se trata del amor. Ese reverso de la amistad fulgurante y que a veces quema, obnubila y exacerba las emociones dando origen a esos vaivenes tan extraordinarios de amor-odio en muchas parejas.
Con frecuencia, las amistades se extinguen y su desaparición produce extrañeza y pesar aunque nada de eso debería sorprender si se conociera la aguda visión aristotélica de la amistad y la naturaleza humana. Fue Aristóteles quién sabiamente señaló los tres tipos de amistad en función del objetivo que uniera a las personas: amistades por interés o utilidad, por placer y las de razón a la virtud . La superior y más noble sería la amistad por la virtud, donde los amigos se quieren solamente por su bondad y su perfección. Es la amistad perfecta y lógicamente a este tipo de amistad llegan personas contadas. La amistad por placer sería algo intermedio. En esta amistad los dos amigos lo son por el hecho de darse placer el uno al otro o por compartir objetos o actividades gozosas comunes y es la que más se parece a la amistad por bondad. La amistad de menos miras sería la amistad por utilidad. Y, por tanto, a la que se accede más fácilmente. En esta amistad los amigos lo son por el hecho de algún interés o alguna utilidad que puedan proporcionar. No es de extrañar, por tanto, que en las amistades por interés y en las de placer al cesar el beneficio que el amigo provee o el placer que se reportan o cuando se dejan de compartir aficiones deleitosas, estas amistades se extingan. En cambio las amistades perfectas son más duraderas puesto que los amigos de verdad siempre buscarán el beneficio del otro por la sencilla razón de que son virtuosos.
La letras con las que escribimos amistad en ese papel, es decir, sus señas de identidad son reciprocidad, igualdad y compartir. Si una de las dos partes comprueba que no hay reciprocidad, que lo que recibe es mucho menos de lo que da, la amistad desaparece. Causa de tensiones, por ejemplo, entre amante y amado, donde el amante da y entrega y el amado creyendo que lo merece pide más. En el caso de la amistad por utilidad entre el rico y el pobre esta reciprocidad puede establecerse entre cosas diferentes ya que si el rico piensa que de qué le sirve la amistad con el humilde del cual no va a obtener gran cosa, lo mismo puede pensar el pobre del rico diciéndose « que de qué le sirve la amistad con el poderoso si con ella no puede encontrar alivio a sus penurias» y es por tanto que el poderoso puede encontrar recompensa con los honores tributados por el pueblo y éste beneficio por el alivio de sus necesidades materiales. Otra característica de la amistad es la igualdad, en la amistad las dos partes tiene el mismo trato por eso suele darse siempre entre personas de la misma condición y posición social. Es poco frecuente, más allá de la amistad por interés, amistad entre personas de estamentos sociales diferentes salvo que ésta se haya establecido en la infancia y aún así esta se pierde. Por esto mismo, los ricos suelen juntarse entre sí y los pobres con los pobres, y cada uno con los de su condición y los iguales entre sí.
También la amistad es compartir. Al hacerlo se acentúa el trato necesario para mantenerla. Quizás por esta razón las amistades que más comparten sean más duraderas. Esto podría explicar, en parte, el que los matrimonios con hijos duren más que aquellos que no los tengan o que, al menos, se lo piensen más el decidir romper.
Puesto que la amistad, se ha dicho, es un modo de interacción ya sea por interés, placer o bondad, es lógico pensar que si cambia el amigo pueda suprimirse el compromiso de la amistad. Incluso en el caso de la amistad perfecta puesto que si el amigo ha perdido la cualidad de la bondad nosotros podemos dejar de sentirnos obligados a corresponderle. En definitiva, si la amistad es un vínculo que establecemos con otra persona si esta cambia el vínculo se rompe . En no pocas ocasiones nos lanzan propuestas de amistad, pero hemos de tener presente que aunque alguien nos haya hecho alguna vez un préstamo o un favor alguna vez no por ello estaremos obligados en un futuro a hacerle otro y darle amistad. Será conveniente, por supuesto, devolverle lo que nos diera. Pero con eso basta porque cuando esa persona nos hizo la entrega bien sabía que al ser nosotros personas de bondad se lo devolveríamos sin duda. Y, en cambio, nosotros, si sabemos de esa persona que no es buena o no nos conviene no tenemos por qué corresponder, pero todo esto quedó sepultado por el paso de los siglos, y la irrupción de un fenómeno nuevo: las redes sociales y el facebook, que sería como un borrón de tinta sobre el papel imaginario en el que acabamos de escribir acerca de la amistad, confundiéndolo todo. Y que nos ha hecho pasar del abrazo ya sea utilitario, placentero o virtuoso al teclado. Las redes sociales, han ido tejiendo una red ilusoria de amistad que tan sólo es un débil reflejo distorsionado capaz de engañarnos. Frente al todopoderoso frontispicio blanco y azul del facebook que ha conseguido en diez años tantos seguidores como el cristianismo en 2000 se consumen tiempo y vanidades. El fino Aristóteles sabía que la amistad era uno de los más sólidos peldaños para alcanzar la felicidad porque con ella el ser humano se siente vinculado socialmente, le ayuda a sentirse bien y sus amistades —en sus tres variantes— colaboran para que se pueda progresar, es decir, las tres condiciones que la psicología moderna dice que se necesitan para ser feliz. Y el ser humano suele ir de una cosa a otra en busca de la felicidad. Y en ese camino unos se pierden y otros se entretienen puesto que la historia del hombre es una historia continua de cambio y trasiego, y la amistad no es ajena a este hecho. Ya no hace falta quedar con amigos. Tenemos muchos en facebook, twiter, chats y correos electrónicos. Lo curioso es que estas redes sociales combaten la soledad eficazmente. Engañan a nuestro cerebro y nos hacen sentirnos vinculados a unos amigos que no sabemos bien qué proporciones tienen de realidad y de imaginación. Aderezándolos con una pequeña imagen suya y unos textos que simulan una historia vivida de amistad. Tanto es así que ya no resulta extraño ver en una cafetería en torno a una mesa a un grupo de amigos, no dirigirse apenas la palabra, cada uno absorto en el teclado de su dispositivo electrónico. Tenemos muchos amigos aunque sean unos perfectos
desconocidos pero a nuestro cerebro parece bastarle. Hemos pasado del abrazo al
teclado. Nunca sabremos como Aristóteles llamaría a esto, pero sin duda que es un simulacro de amistad, imperfecta e
irreal, como diría su maestro Platón. Un papel arrugado y mojado.
La comunicación puede existir en las redes. Y digo puede porque no sabemos como es interpretado el mensaje por el otro. De tal forma que o bien se hace por interés o por aburrimiento. Aquí Aristo ya nos lo dice todo. Pienso y escribo ¿con que fin? No lo sé.
ResponderEliminarPensar y escribir son acciones con un fin en sí mismo. Lo que importa, siguiendo a Platón y a su discípulo Aristóteles que se piense y escriba bien. Y eso ya es otra historia.
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