Miedo a la pérdida y búsqueda del riesgo
Aversión a la pérdida y búsqueda del riesgo
Al ser humano se le tiene por bastante más racional
de como realmente se comporta. Y en esta
creencia se ha fundamentado la teoría económica. Presuponiendo que siempre se
eligen las mejores opciones. Pero desde la Piscología y más recientemente
también desde la Neurociencia se cuestiona este principio y son muchos los
casos en los que el ser humano actúa de manera mucho menos racional de lo que
se suponía. Esto ha dado pie a lo que se llama ahora “Economía conductual”. Hoy
vamos a hablar de la aversión a la
pérdida y un poco de su opuesto, la búsqueda
del riesgo, situaciones en el que se puede decidir de modo diferente a lo que cabría esperarse si nos comportáramos de forma racional y lógica.
Aversión a la pérdida
El ser humano siente mucho más una pérdida que una ganancia.
Demostramos, a veces, un exceso apego a lo que perdemos. En otras palabras, las
pérdidas pesan más que las ganancias. Este comportamiento pudo tener una gran
ventaja adaptativa durante nuestra historia evolutiva: Los individuos que responden más rápidamente
a las amenazas que a las oportunidades tienen mejores posibilidades de sobrevivir
y por tanto de reproducirse. Pero este
comportamiento, en el mundo actual, da pie a numerosas decisiones alejadas del
principio racional de la economía. Con base en este hecho muchas campañas de
publicidad incluyen ofertas de lanzamiento de productos para que los clientes puedan llevarse a casa el producto y después de un tiempo
decidan si quedárselo o no. Una vez que el potencial cliente ya ha asumido como propio el bien ofrecido es más fácil que no renuncie a él y lo compre a que lo
devuelva y se desprenda de él. Si durante unos meses hemos disfrutado de unos
canales de pago de televisión de manera gratuita, pasado el periodo de
promoción sintamos pena de no poder
seguir disfrutando de esos canales y compremos “la oferta”.
¿Cuánto tememos a la pérdida?: el coeficiente de aversión
Parece ser, tras numerosos estudios, que de media, el
coeficiente o ratio de aversión a la pérdida es de 2 (entre 1.5 y 2.5). Una
pérdida en un juego puede ser asumida sólo si la posible ganancia duplica esa
perdida. Si nos ofrecen un juego en el
que podemos perder 10 euros lo consideraremos atractivo si las ganancias son de
20 euros o más. Hay individuos con mucha aversión a la pérdida y su ratio es
mayor mientras que otras sienten atracción por el riesgo y son capaces de
aceptar mayores pérdidas.
¿Cuál es nuestro particular miedo a la pérdida?
Considere un juego con el 50% de probabilidades de perder 10
euros. *¿Cuál sería para usted la ganancia mínima que haría atractiva su
participación en el juego? Si responde 10 euros significa que usted es indiferente
al riesgo. Dar una cifra menor de 10 significa que busca el riesgo y superior a
10 que tiene aversión a la pérdida.
*¿Y en el caso de una posible pérdida de 400 euros lanzando
una moneda? ¿Qué posible ganancia sería necesaria para afrontar el juego?
*¿Y en el caso de una pérdida de 1800 euros?
Se habrá dado cuenta de que el coeficiente de aversión
aumenta cuando la cantidad susceptible de perder aumenta pero no de manera muy
acusada hasta, evidentemente, llegar un determinado nivel en el que nadie
quiere participar cuando la posible pérdida es ruinosa o si se ve afectada la propia vida.
Búsqueda del riesgo
Este último caso anterior también está detrás
de otro comportamiento, a veces poco racional como es la búsqueda del riesgo. Este
fenómeno se da cuando hay una situación
de malas elecciones. Imagine este caso, ¿qué opción elegiría?
*¿Perder 850 euros o el 90% de posibilidades de perder 1000
euros?
En este caso se produce una disminución de la sensibilidad a
la pérdida. EL malestar por perder 850 euros es más del 90% de perder 1000
euros.
Esto explica el por qué muchas personas cuando se enfrentan a
opciones muy malas juegan a la desesperada, aceptando una alta probabilidad de
empeorar las cosas por una pequeña esperanza de evitar una gran pérdida. Esta
forma de arriesgarse a menudo hace soportable el resultado desastroso. La idea de aceptar la gran pérdida es
demasiado dolorosa y la esperanza del alivio, demasiado tentadora como para que
uno no tome la delicada decisión de intentar acabar con las pérdidas. Es aquí
donde las empresas que pierden el tren de una tecnología superior malgastan los
recursos y esfuerzos que le quedan en vanos intentos de ponerse al día. Como la
derrota es difícil de aceptar, en las guerras la parte perdedora a menudo continúa
combatiendo cuando ya se ha sobrepasado el punto en el que la victoria de la
parte contraria es segura, y solo cuestión de tiempo o cuando una persona, una
noche en un casino, termina por apostarse el último euro de su patrimonio.
En otra próxima entrada ahondaremos en el fenómeno de la búsqueda del riesgo y cómo
influye el contexto (cómo nos presenten
las propuestas) haciendo éste que podamos comportarnos como personas con gusto
por el riesgo o todo lo contrario con aversión a las pérdidas en idénticos
casos.
Un saludo y hasta la próxima entrada.
Es curioso como la ciencia económica, ciencia humana por excelencia, no había contemplado con la importancia que merece el componente "irracional" del comportamiento humano. Y, sin embargo, ahora, al abrigo de los avances en la investigación del funcionamiento del cerebro, la publicidad y las técnicas de marketing parecen haber encontrado un auténtico filón. Efectivamente estoy de acuerdo en que la aversión a la pérdida en el hombre es un reflejo de nuestro arraigado instinto de supervivencia, mientras que las conductas arriesgadas suponen un presunto peligro para ella.
ResponderEliminarLo ideal sería saber cuando es bueno no sentir miedo a la pérdida (por que lo que vendrá en su lugar lo supera) y cuando sí y cuando es mejor arriesgarse o mantener una actitud pasiva.
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