GANADOR DEL CONCURSO DEL DIARIO IDEAL "RELATOS DE INVIERNO





Con motivo de haber resultado ganador del concurso de relatos de invierno del  DIARIO IDEAL con el relato "Regalo sencillo de Navidad"  el periódico me hizo una entrevista que aparece en el siguiente link:

Entrevista en el  DIARIO IDEAL




y si os apetece leer el relato aquí está:


REGALO SENCILLO DE NAVIDAD

La Navidad era algo que en la residencia se esforzaban en que se hiciera notar. Se  escapaba un trato más amable y sonrisas más alargadas  de lo habitual. Para algunos de los ancianos el que colocasen   abetos de plástico con  lucecitas parpadeantes parecía querer decirles algo, aunque no supieran exactamente qué. Para otros significaba  que podrían llevarse a  la boca  dulces con más facilidad que de costumbre, sobre todo polvorones, mantecados y mazapanes  los más fáciles de masticar, pero también esos árboles y espumillones eran la señal anunciadora de que acudirían a visitarles sus seres queridos con menos  prisa aunque  cuando  se marcharan dejaran con sus besos  y  adioses aquella misma  frialdad de siempre que les congelaba después por mucho tiempo el alma  a los ancianos.
 Francisco llevaba en la residencia desde que enviudó. Tenía facilidad para entablar amistades, pero era cada vez más reacio. Sentía pena cuando sus  compañeros se marchaban para siempre o  cuando  perdían la cabeza y era como si no estuvieran ya. Allí su más fiel compañera era la soledad. Una soledad de filamentos fríos que se le pegaban como una segunda piel. Le costaba   distinguir el paso del tiempo porque los días se comían unos a otros y más desde que recibió una carta del hospital con letras tan oscuras como el alcance de su pronóstico. Menos mal que Merche, una cuidadora ecuatoriana muy simpática de baja estatura pero enorme humanidad le daba ánimos para seguir luchando. "Francisquito, hoy viene a visitarle su hijo y su nieto, le pondremos muy guapo, y por favor alegre esa cara, que no le vean así", le decía Merche mientras le dejaba encima de la cama un montoncito con ropa limpia. Después le abrazó cariñosamente y aquel abrazo  le hizo a Francisco dibujar una  sonrisa abriéndole el ánimo. Comió en el primer turno  una sopa y  un muslo de pollo con  rapidez  y se guardó en su bolsillo un mantecado como si acabando antes la comida  acortase el tiempo de espera para la llegada de su hijo y nieto. Subió a su habitación y  se afeitó con esmero para que lo vieran con buen aspecto y bajó de nuevo a la sala de ocio. Eran las tres y media de la tarde. Demasiado pronto para que llegaran. En la sala sólo  había  dos personas. Felisa que desde hacía un mes  decía a todo el que se le acercaba  que era  prostituta  y Gervasio  un  catedrático de latín jubilado hacía mucho tiempo  de aspecto  consumido y  taciturno aunque de cuando en cuando se descolgaba con alguna conversación interesante. Sabía que antes de las cuatro era impensable que asomaran su hijo y su nieto y decidió ver la televisión. Un concurso de preguntas sobre cultura general, literatura, ciencia, artes, historia y cálculo mental. Una hora más tarde se refugió en un documental sobre la  vida de los elefantes africanos y cuando volvió a mirar al reloj eran casi las siete. Sintió tristeza. Cada minuto que pasaba  era una punzada en su corazón. Para ser Navidad podrían demostrar algo más de interés en ir a verle.
Cuando  subía abatido  a su habitación apareció  por el   pasillo su nieto  elevando los brazos corriendo hacia él y gritando. Francisco lo abrazó estrechándolo contra su pecho. Después llegó su hijo  parsimonioso y sonriente. Se sentaron en la sala y estuvieron hablando de muchas cosas y de nada. No había pasado ni media hora cuando Francisco ya había sorprendido a su  hijo  mirando de reojo su reloj varias veces. Un gesto instintivo  que hablaba por sí solo. Francisco escuchaba con devoción a su nieto que le explicaba  preocupado que sus padres le habían dicho que en la carta a los Reyes Magos sólo debía poner tres cosas, porque sí ponía más  podrían tomarlo por un niño codicioso  y  castigarlo sin nada. El abuelo en tono conciliador le decía que había muchos niños y muchos regalos que hacer y los reyes aunque magos sólo eran tres. El nieto le  replicaba que los reyes magos tenían la ayuda de numerosos pajes mientras que  Papá Noel aún siendo uno solo  repartía también muchos regalos por lo que si los de Oriente se esforzaban un poco,  sí que podrían traerle los  regalos que había pedido. El abuelo, entonces, le preguntó que cual era el regalo que más deseaba y el nieto le respondió que un juego de piezas para construir una súper nave de las guerra de las galaxias.
Hablando de regalos interrumpió el hijo de Francisco. Los Reyes Magos  te han traído esto de manera anticipada. Ábrelo le dijo agitando el paquete como  un sonajero.
El abuelo con pulso tembloroso rasgó el papel de regalo que lo envolvía. Un papel grueso de color rojo y  rayas grises oblicuas y se le escaparon unas lágrimas.
¿No te gusta el regalo? preguntó el hijo. Veo que no te hace  ilusión.
 Si me preguntas: ¿qué me haría ilusión? dijo con voz apagadate respondería con otra pregunta: ¿Qué regalo te gustaría hacerme si  te dijeran que estas podrían ser mis últimas Navidades?. Igual vendrías más o  mirarías menos al reloj  estando conmigo o incluso puestos a pedir a los Reyes Magos como mi nieto,  igual me llevabas  a tu casa unos días, por Navidad.
Y un manto de silencio los envolvió mientras los dos tragaban saliva hasta que Francisco abrazó despacio a su hijo.


FIN



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