SOLEDAD LUJURIOSA EN DOSCIENTAS PALABRAS

SOLEDAD LUJURIOSA

  Con su figura menguada y encorvada por los años llegaba hasta  la plaza del pueblo  para pegar la hebra con quien fuera. Si no encontraba a nadie  se adentraba en el bosque hasta el río. Aquella cinta plateada serpenteante de aguas  siseantes marcaban el límite de sus fuerzas. Se sentaba  sobre alguna piedra y después  emprendía el regreso a casa donde  no le esperaba nadie.  Su esposa falleció   y sus hijos  vivían tan  lejos que nunca venían a visitarle, pero un buen día, en uno de sus paseos,  al llegar al río   una rana  dando grandes brincos  se le  acercó  saludándole:  

—Hola, buen hombre.

El anciano  pensó que la soledad le estaba afectando a la sesera si creía que  criaturas del bosque podían hablarle.

—Soy una hermosa princesa pero un maleficio  me transformó  en este desagradable cuerpo de rana. Solo si alguien me besa se romperá el conjuro.  En recompensa le ofreceré en su lecho  toda la pasión que mi fogosa edad pueda brindar.

El anciano alargó el brazo y guardó la rana en su bolsillo.
La princesa extrañada repitió:
—  Seré  ardiente contigo.

—A mi edad  —replicó el anciano—me hace más bien una rana  con la que hablar que una princesa a la que amar.


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