¿ES BUENO SER OPTIMISTA? ¿SE PUEDE APRENDER?
¿Es
bueno ser optimista? ¿Se puede enseñar a serlo?
Nuestro cerebro a veces no interpreta bien la realidad y
surgen los fenómenos de las “ilusiones”. Las hay ópticas y cognitivas. En
ellas creemos procesar bien la
información que recibimos y que
respondemos adecuadamente, pero
en realidad, en no pocos casos, no es así porque nuestro cerebro tiene “sesgos
cognitivos”. Una de estas ilusiones cognitivas (o sesgos) es el optimismo. Nos referimos claro está
cuando éste es desmedido y no se ajusta demasiado a la realidad. El sesgo optimista puede beneficiar y perjudicar al sujeto. Por
tanto, aquel que sea optimista por naturaleza debe ser también precavido. Hay muchas maneras en las que se puede
manifestar este sesgo optimista: por ejemplo, si hacemos una encuesta sobre la
percepción de cómo la gente conduce, un 90% de los encuestados creerá que lo hace por encima de la media. Cosa
imposible de todo punto. En general solemos
valorar nuestras capacidades mejores de lo que en realidad son; sobrevaloramos
nuestra capacidad para predecir el futuro aventurando hipótesis que no tienen
más probabilidades de éxito que las que les otorgue el azar y por regla general
nos creemos con más destreza que el resto para una gran cantidad de cuestiones.
Ventajas
y desventajas del optimismo
Una de las ventajas de tener
un temperamento optimista es que el individuo presenta una mayor perseverancia
para superar las dificultades y conseguir sus objetivos pero la cruz es que
también se puede consumir muchos recursos, energía y tiempo por una obstinación
baldía. Los optimistas son normalmente alegres y felices y suelen recuperarse
antes de los fracasos. Tienen menos probabilidad de sufrir depresión y se sienten más sanos que otros. La parte negativa es que con el sesgo
optimista se pueden asumir más riesgos de los razonables, se suelen subestimar
las contingencias y además, los demasiado optimistas se suelen considerar ellos mismos como personas prudentes cuando en realidad no lo
son tanto. Es cierto, que las personas, llevadas por su optimismo, empujan a su
entorno a levantar la moral y movilizan más recursos y energía de las personas que le rodean, en definitiva
cuando la acción es necesaria para algún fin, el optimismo aunque sea ilusorio
es positivo pero también un sesgo
demasiado optimista puede conducir a un exceso de confianza y esto puede ser
perjudicial. Muchos profesionales de
éxito en el mundo financiero o médico o en cualquier otro creen saber más de lo que
realmente saben y se aventurar a dar pronósticos con un porcentaje de error
demasiado alto.
El
exceso de confianza
Las presiones sociales y
económicas favorecen el exceso de confianza en los profesionales de cualquier
campo. Que un médico se muestre inseguro se interpreta por lo general como una
manifestación de la incapacidad y una señal de vulnerabilidad. Se prima más la
confianza que la incertidumbre ante los pacientes. Los expertos que reconozcan
la magnitud de su ignorancia ya pueden esperar que lo sustituyan por otros más
confiados que ellos, que pronto se ganarán el crédito de sus clientes (aunque
luego yerren). Lo más racional sería calibrar sin sesgos la incertidumbre pero
las personas y las organizaciones no buscan esto, prefieren certezas. En circunstancias peligrosas, la extrema incertidumbre
es paralizante y decir que vamos a actuar sobre la meras estimaciones y cálculo
de probabilidades no se entiende bien y lo que se suele hacer es actuar sobre
la base de unos supuestos conocimientos y supuestamente sobre seguro. Cuando
los que deben tomar decisiones lo hacen bajo un exagerado optimismo asumen más
riesgos de lo que asumirían de conocer las probabilidades. Estos sesgos
optimistas se traducen en prever plazos
más cortos para construir infraestructuras y presupuestos de gastos más
reducidos. Después cuando se ejecutan las obras los plazos se dilatan y los presupuestos
se disparan. De hecho, algunas veces, en las estimaciones de los proyectos se
incluye “el sesgo optimista” incrementando en un porcentaje los plazos previstos y el dinero
presupuestado.
Remedio
contra el exceso de confianza
Hay un remedio llamado “pre
morten” y se puede aplicar para aquellas organizaciones que van a tomar
una decisión importante. En general las instituciones son más capaces de domar
el optimismo que los individuos. El procedimiento es simple: cuando la
organización ha tomado una decisión importante, que aun no la ha ejecutado formalmente, se propone que un grupo de individuos
entendidos e informados sobre esa decisión se reúna en una breve sesión. La
premisa de esa reunión es una breve alocución: “Imaginemos que ha transcurrido
un año. Habíamos puesto en práctica el plan tal como ahora lo conocemos.
El resultado fue un desastre. Tómense, por favor 5 o 10 minutos para escribir
una breve historia de tal desastre”
Esta técnica tiene dos
ventajas: frena el pensamiento grupal que afecta a tantos equipos cuando parece
que se va a tomar una decisión y libera la imaginación de los individuos
entendidos en un sentido muy necesario.
Cuando un equipo converge en
una decisión-y más si hay un líder-, las dudas manifestadas sobre el acierto de
la acción planeada se desvanecen, y eventualmente son tratadas como pruebas de
falta de lealtad al grupo y sus líderes. La desaparición de las dudas
contribuye al exceso de confianza en un grupo donde solo los que apoyan la
decisión tienen voz. La principal virtud del pre morten es que legitima las dudas y anima a quienes apoyan la
decisión a buscar posibles riesgos que no habían considerando antes. El pre morten no es la panacea pero puede
reducir las sorpresas desagradables al
someter cualquier plan a un optimismo acrítico.
Educación
del optimismo
Los efectos del optimismo
exagerado sobre las decisiones tienen sus pros y contras, pero la contribución
del optimismo a una buena práctica es sin duda positiva. El principal beneficio
del optimismo es que resiste los reveses. Según Martin Seligman, fundador de la
psicología positiva, una explicación al estilo optimista aumenta la
capacidad de resistencia y defiende la imagen que uno tiene de sí mismo. El
estilo optimista implica esencialmente la creencia en el éxito y una menor
culpabilización de los fracasos. Este estilo puede enseñarse, al menos hasta
cierto grado, y Seligman ha documentado los efectos del ejercicio de diversas
ocupaciones caracterizadas por una alta frecuencia de fracaso, como la de
vender seguros a domicilio. Si una ama de casa enojada da un portazo en las
narices a uno de estos vendedores, el optimista pensará antes que aquella mujer era una persona
horrible que considerar la posibilidad:
“soy un vendedor inepto”. Por tanto una
cierta dosis de optimismo es necesario fomentar en nuestro alumnado y en las
personas en general. Inspirarles confianza en sus posibilidades y capacidades.
Una de las características comunes a todas las escuelas de éxito es que tenían mucha confianza en su alumnado y depositan
grandes expectativas en su capacidad de aprender. Afirman que todos los
niños pueden aprender, la única variable es el tiempo que necesita cada uno.
Otra característica común a todas las escuelas de éxito es un claustro unido y
con respecto al optimismo los docentes
nos podemos dividir en dos grupos: los optimistas y
los pesimistas. Los optimistas sensatos perciben las dificultades de la
situación, pero creen que las cosas pueden mejorar y que ellos pueden
intervenir en esa mejora. Los pesimistas piensan que la situación no tiene
remedio. La relación entre ambos grupos es complicada, como puede verse en
cualquier claustro. Los pesimistas consideran cualquier iniciativa de los
optimistas como una ingenuidad o una acusación, y se defienden intensificando
su pesimismo. Los optimistas consideran a los pesimistas como irrecuperables, y
se deciden a hacer la guerra por su cuenta, para evitar ser abducidos por
ellos.
El
optimismo en el niño
Ver la botella medio llena o medio vacía es
una tendencia personal que manifiesta nuestro "tono vital". Esto
depende de nuestro temperamento y en parte de nuestra socialización. Por tanto,
debemos ayudar a los niños mediante la educación a conseguir un estilo
emocional que les ayude a conseguir un tono vital activo, alegre, optimista y
resistente. Precisamente Eduardo Punset en su libro "El sueño de Alicia"
afirma que el fracaso del sistema educativo español ha sido el desentenderse de
la educación emocional. Debemos intentar que adquieran una seguridad básica en
sí misma, que sean proactivos ante la vida, que tengan confianza en sí mismos,
y que sepan valorar las cosas y disfrutarlas.
Debemos ayudarles a
interiorizar una imagen positiva de sí mismos y un sistema coherente de
creencias para que aprendan a ser optimistas y piensen que pueden mejorar.
Evidentemente la Escuela no lo puede hacer todo y la familia y su grupo de
iguales ejercen mucha más influencia, pero no es cierto que los educadores no
podamos hacer nada. La presencia y la disponibilidad de un adulto externo a su
vida familiar que le sirva de referente y se implique en su acompañamiento,
puede suponer una diferencia importante en su maduración. La exigencia de
logro, las experiencias de éxito personal merecido y un clima abierto y seguro
como el que podemos crear en nuestras aulas complementa esta presencia y
ayudarles a verse de manera diferente y positiva.
Es muy interesante reflexión esta, efectivamente el optimismo y el pesimismo son dos estilos vitales diferentes que a veces son difíciles de subvertir. Como suele ocurrir uno hace de contrapeso del otro. No me parece que el optimismo esté reñido con la prudencia, sin embargo, un optimista no suele ser ciego a los inconvenientes sólo es que tiene esperanzas por superarlos. Lo de las malas decisiones o el exceso de confianza viene dado más bien por la falta de conocimientos y porque no se ha trabajado en la cuestión lo suficiente, no se ha ahondado en ella o no se es lo suficientemente sincero porque en un momento dado no interesa. Es muy necesario el optimismo para la vida y desde luego los profesores son excelentes alimentadores para los alumnos. Y también los padres.
ResponderEliminarComo A.V. pienso que optimismo y prudencia estén o hayan de estar reñidos. Lo importante es mantener un equilibrio, pero en todo caso me inclinaría por el optimismo ,eso sí,moderadito.
ResponderEliminarMe parece muy importante la parte final del artículo,la dedicada a los niños. Tal vez ,más que optimismo necesiten confianza en sí mismos y en el mundo que les rodea. o eso¿es optimismo? tal vez.
Muy interesante el artículo en su conjunto.