NAVIDADES ROBADAS
Navidades
robadas
La Navidad no empieza tras la
Nochebuena como nos habían dicho. El inicio lo marca la Administración
de Loterías del Estado y su sorteo del día 22. Me gusta ver el júbilo desbocado de las gentes
que sonríen afortunadas ante las cámaras de televisión festejando su premio. Aquí y allá, esturreadas por la geografía patria se repiten distintas imágenes, casi clónicas, de gentes agraciadas con cuantiosos premios. Pueblos y ciudades que dibujan un mosaico
caprichoso con la única lógica del azar. Escenas con un denominador común de
alegría intemperante. Personas anónimas que botan, se abrazan, se besan, se cantan, se gritan y nos canturrean al resto su fortuna. Una aproximación al éxtasis. No, desde luego, como aquel éxtasis
que experimentase San Juan de la Cruz, sino algo más liviano de espíritu,
acorde a los tiempos de ahora, pero
igual de reconfortante, al menos, a corto plazo.
Me gusta. Es una manera divertida de
repasar geografía política al son del capricho emanado de los números escupidos
por el bombo y tan graciosamente recogidos por unos encantadores niños que con sus
dulces voces y manos en alto lo pregonan
a los cuatro vientos con el mismo empeño con el que lo harían los querubines anunciando la venida de Jesús.
La sociedad humana evoluciona de
forma parecida a como lo hace la Biología.
La selección natural no puede crear órganos nuevos para funciones nuevas.
Tiene que utilizar los preexistentes. La
sociedad igual. Aquellos solsticios
venerados por nuestros ancestros, en señal de respeto y sumisión a la
todopoderosa, indómita y fascinante Naturaleza fueron readaptados y aprovechados por la Religión.
Como la evolución natural.
Ahora somos testigos de una nueva readaptación. Al Igual que hiciera antes
la Religión con las veneraciones de los solsticios para su mejor acomodo y
conveniencia ahora hace lo propio el consumismo con estas señaladas fechas religiosas. Usurpadas inicialmente a la Naturaleza y a sus
elegantes equilibrios gravitacionales y rotacionales entre órbitas y astros por
la Religión, ahora el exceso de consumo y la delgadez espiritual perpetran otro
robo sobre lo ya robado. Si aquella excepcional y fantástica persona
nacida hace más de dos mil años en un humilde pesebre, rodeado (o no) de mulas
y bueyes, se reencarnarse y bajase a la
Tierra y le dijeran que todo este tinglado montado por las sociedades
consumistas es en su nombre y en su honor, se quedaría estupefacto. Es probable
que sufriera otro ataque de ira mayor incluso que aquel que le hizo arrasar con
los puestos de mercaderes en el templo.
Y con razón.
Espero, como siempre, sus interesantes y
enriquecedores comentarios. La próxima entrada continuando con los vicios capitales versará sobre la ira.
Demasiado consumismo hay en esta época, ya no sabemos ni que estamos celebrando, la lotería?, la cena de empresa?, el reencuentro con la familia?, el caso es que celebremos lo que celebremos todo es consumismo, pero bueno, lo que si es cierto es que como si fuese algo mágico hace que nos volvamos mas cariñosos y mas humildes, nos acordamos de personas lejanas y no tan lejanas, hipocresía mas bien, pero bien venida sea. Un saludo
ResponderEliminarTienes razón Rosa. Es cierto que en estas fechas hay un acercamiento familiar y eso es muy bueno, aunque por seguir un poco con el tinte pesimiesta de la entrada, decirte que la policía local de Madrid dice que cuando más intervenciones tienen que hacer en domicilios por fuertes reyertas y disputas en en las fiestas de navidad....
ResponderEliminarPero vamos que tienes razón.
Yo adelantría la fecha: a principios,muy principios, de diciembre cuando al entra en el Corte Inglés oímos ya los villancicos. Anuncio de estos de que hemos de comprar mucho,muchas cosas,inútiles la mayoría.Desde las viandas típicas y trdicionales que elevan el colesterol y enflaquecen el bolsillo, hasta todo tipo de chucherías para halagar a los demás y que la mayoría de las veces se ven obligados a agradecer mientras piensan:¿qué deonios hago yo con esto?
ResponderEliminarPero a pesar de todo son fiestas entañables y cuando recordamos a personas próximas o lejas no seimpre es hipocresía.