Un relato corto: Mala combinación

Al mediodía  he escuchado antentamente las palabras de un neurocientífico que hablaba en unos informativos.  Ahora la neurociencia está de moda y con ella se pretende explicar todo. Decía este señor que para retrasar los síntomas del Alzehimer (unos seis años) un buenísimo ejercicio era el conocer a personas y charlar con ellas. Esto supone para nuestro cerebro una gran actividad que lo mantiene en forma.  Hay que procesar y almacenar  rasgos faciales. Hay que empatizar con la otra persona. Saber cómo piensa, qué intenta decir y qué oculta, etc. y que otra fabulosa actividad era el escribir. Yo, afortunadamente, si llego a mayor, no perderé la memoria, entre otras razones por que no se puede perder lo que uno nunca ha tenido. No obstante sí que me gusta escribir. Aquí les presento un breve relato que escribí hace ya casi un año. Lleva por título  Mala combinación, espero que les guste:


Mala combinación
-No puedo soportar más ese maldito olor. El humo del tabaco puede conmigo, por favor, no fumes más en casa. Tu vicio de fumar va a matarme-le dije en tono cansino, nada más percatarme de que había llegado a casa.
-Olvídame. Siempre  la misma cantinela. Déjame vivir. ¿Y tú? ¿Qué? ¿Me quejo yo acaso de tu mala cabeza? ¿De tus olvidos constantes? ¿No tienes nada que decirme a eso?-me replicó ella desafiante, sacando de su bolsillo una de esas odiosas cajetillas.
-He llegado hasta aborrecer el sonido de los fósforos al rascarlos y descabezarlos. ¿No podrías usar, al menos,  mechero como todo el mundo?-le repliqué dándole la espalda para evadirme contemplando el paisaje que tenía frente a la ventana.
Nunca había tenido la oportunidad de contemplar una vista área de la ciudad. Me sorprendí  bastante. Observé la circunferencia perfecta del ruedo. Eso  ayudó a orientarme. Sí, efectivamente, en el siguiente giro pude comprobar que un poco más arriba estaba el Hospital de Santiago. Correcto. Ya estaba situado. Aproveché algunos de los siguientes giros para fijarme en una de las torres ornamentada con colores  azules y blancos.
La física me había concedido un eje de giro de rotación  norte-sur. Eso me permitía contemplar aquellas sierras azuladas separadas por llanuras a modo de treguas orográficas. Después cielo azul infinito luego mi ciudad y vuelta a empezar.
Reconozco que la visión que tenía ante mis ojos eran desde ángulos inéditos y un tanto extraños, pero no tenía tiempo que perder.
Aproveché algunos de esos giros para ver el tejado de mi casa. Precioso con esas tonalidades rojo vivo. Otros se los dediqué a la plaza renacentista. Me llamó mucho la atención sus trazados lineales y sus jardines de figuras poliédricas.
 Compaginaba sucesivamente montañas, cielo y verde con edificios. Reconozco que el frío comenzaba a molestarme un poco pero curiosamente los giros tan bruscos no me mareaban y eso que las cervicales no eran mi punto fuerte.
Sé que no era momento de reproches, pero mis antiguos compañeros de colegio no tenían razón alguna cuando me llamaban cabezón. Lo sabía ¿Cómo si no hubiera podido ganar tanta altura? Por un momento creí refutar la ley de la gravedad. Si miraba de soslayo podía incluso divisar a lo lejos Iznatoraf y Villanueva a mi  derecha, y hasta el mismo Jaén a  izquierda.
Comencé a perder altura. La velocidad de los giros también disminuyó un poco. Mejor. Así podía recrearme un tanto más en el paisaje. Empleé parte del descenso en el Palacio de las Cadenas, me gustaron esos ojos de buey en su parte superior.
De repente, me asaltaron las dudas. ¿Dónde pararía? Empecé a hacer conjeturas. ¿Tal vez en la plaza del ayuntamiento? No. ¿En la plaza del reloj? no, no, tampoco. Me sentía como una bola girando dentro de una ruleta generando incertidumbres acerca de la casilla en la que se detendría. Las caídas siempre son duras, es cierto, os lo corroboro. Ya tenía ubicado el escenario de mi aterrizaje: las huertas situadas por debajo de los miradores.
 Antes necesitaba recapitular un poco. ¿Qué había pasado? ¡Ah! Sí. Con mi mala cabeza olvidé cerrar la espita del gas.  Ella, con su falta de voluntad, encendió aquel fósforo. Eso, podría decirse sin duda ninguna, que era una mezcla explosiva. La física hizo el resto. La única ventana abierta era en la que yo estaba asomado. Por eso gané tanto impulso con la onda expansiva. Quizás tuvieran razón en el colegio y fuera un cabezón. Siempre había sido un descabezado, pero nunca pude imaginar que rendiría honores literales a esa expresión.
Vista aérea de la ciudad patrimonio de la Humanidad, Úbeda.

Sentí mucho dolor y eso que el impacto fue en una alberca.
Pude ver una enorme cortina de agua cilíndrica que me envolvió antes de engullirme. Alcé la vista y tras la envoltura acuosa ví el Alcázar. Siguió ganando la gravedad. En unos instantes había conocido los cuatro elementos de Platón: fuego, aire, tierra y finalmente agua. Por ese orden. Toque fondo.
Fin del viaje. ¡Qué agradable! Una alfombra de verde musgo a modo de tapete bajo mi cabeza. Sí, ahora lo veo nítido. Los dos  teníamos  razón. Mi mala cabeza no le dejaba vivir y su hábito de fumar me iba a matar. Es cierto, nunca había tenido la cabeza sobre los hombros y así iba a ser para el resto de los tiempos.

FIN
Juan Manuel Chica Cruz
Úbeda, diciembre de 2011.  


Comentarios

  1. Me ha gustado que lo traigas aquí.. Yo ya conocía tu relato y me pareció muy original.En cuanto a lo de la memoria esa que dices no haber tenido nunca,no te fíes. Yo siempre creí que tenía mala o nula memoria y resulta que me he convertido en la agenda viviente de mi familia, de mis amigas,etc. En mi caso ,he descubierto que aquella impresión era errónea. Lo que ocurría y ocurre es que soy incapaz de memorizar com si fuera el disco duro del ordenador; yo necesito comprender y cuando comprendo...no olvido.
    Lo de las relaciones sociales es cierto, Y en cuanto a lo de escribir es un ejercicio buenísimo. Sigamos .

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  2. Muchas gracias. Sígamos si nos dejan, claro.

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  3. Juanma, no sabía que tuviéramos otro escritor en la familia. Enhorabuena! Bss

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  4. ¡¡Hola, Mireya!! Uhmm no sé, no sé si hay otro escritor en la familia. Por ahora sólo me considero un "juntaletras con pretensiones" jaja. Eso sí, cuando quieras te aseteo a relatos cortos, largos e intermiedios, por si te aburres. Un besazo.

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