Motivación y educación

MOTIVACIÓN Y EDUCACIÓN.
(MOTIVACIÓN III)
Una opinión muy extendida en el mundo educativo es la desmotivación de nuestros alumnos.  En los claustros de los colegios, de los institutos e incluso en la Universidad, la pregunta es recurrente ¿Qué podemos hacer? ¿Por qué están tan desmotivados?  ¿A qué se debe? ¿De quién es la culpa?  Evidentemente dar la receta no es fácil pero si podemos trazar unas líneas que nos aclaren el camino.
En primer lugar, quizás haya que hacerse la pregunta  al contrario ¿Por qué estudian nuestros hijos? Hay que tratar de averiguar lo que mueve al estudio a los niños y a los adolescentes. Siendo realistas el que un niño no quiera ir al colegio o no quiera estudiar sería la situación natural. Que un adolescente se aburra de estar seis horas al día sentado en un pupitre frente a una pizarra (encerado o digital) no debería ser extraño.
Fijémonos en nosotros mismos. ¿Qué nos pasa cuando empezamos una dieta de adelgazamiento o empezamos un programa arduo de limpieza doméstica o iniciamos un plan para  dejar de fumar o para hacer ejercicio físico o lo que sea? pues que nos cuesta trabajo.  A nuestros alumnos también.

Dijimos en la entrada anterior que la motivación es una tendencia a actuar. Es el origen de todo el dinamismo del ser humano  y que depende de tres factores: motivos, variables intermedias y alicientes o valores.
Los motivos son los deseos y los deseos son la manifestación psicológica de una necesidad. Platón dijo que el fin de la educación sería enseñar a tener buenos deseos, a desear lo deseable. En definitiva a educar la motivación. Estos deseos se puede decir que vienen de serie en el sujeto. Tenemos que trabajar con los que existen e hibridarlos para lograr algunos parcialmente nuevos. Como hace la publicidad y la gente se tatúa o se hace piercing dolorosísimos o lleva tacones rompedores. Igual. Hay que conectar siempre la acción o lo que queramos que hagan con algún deseo.
Hay tres grandes deseos: pasarlo bien, estar vinculados con un grupo y ampliar nuestras posibilidades, sentir que somos capaces y competentes. Cuando se quiere dirigir nuestra energía para una actividad que no está directamente relacionada con esas tres necesidades básicas o que lo está pero no lo percibimos claro, hay que buscar un modo de relacionarla con alguno de los deseos ya existentes. Esto, el mundo de la publicidad lo conoce muy bien.
Esta es la principal tarea de la pedagogía en el campo de la motivación: conectar la actividad con estos deseos básicos.
Hoy día, las diferentes teorías de la motivación pecan de "hedonistas" se fundan solo en la satisfacción personal. Es evidente que hay que motivar al niño para que tenga ganas de hacer algo pero una vez puesto en acción toda la artillería de seducción y razonamiento, también hay que  enseñarle que hay cosas que se tienen que hacer sin ganas, se quiera o no, es decir, sin estar motivado. (Para mí esta es la diferencia entre voluntad y motivación) La motivación es tener ganas de hacer algo y la voluntad es hacer algo se tenga ganas o no, y como decía Eysenk (un gran psicólogo) el sentido del deber es un mecanismo casi reflejo en el ser humano. Por tanto el deber, el hacer las cosas se quieran o no es un hábito que hay que inculcar, sin perjuicio por supuesto de que vaya acompañado del pensamiento crítico y evitar dejarse dirigir por los "deberes indebidos".
Insistamos una vez más en los tres factores que intervienen en la motivación, entendiendo la motivación como una tendencia a actuar:
Motivos--- variables ejecutivas---Alicientes
La energía inicial para desencadenar la motivación son los motivos, los deseos que promueve conseguir una meta u objetivo que resulta atractivo porque implica algún premio o satisfacción para el sujeto. Una vez que la meta se ha cumplido ésta actúa como aliciente para nuevas metas o reforzador de la conducta para perseverar. Con respecto a los alicientes o valores estos son muchas veces subjetivos, tienen un origen biológico que no moral y pueden ser variados (hedónicos, utilitarios, estéticos, económicos, etcétera, pero no tienen por qué ser morales. Los morales pueden ser una clase.
Por tanto la motivación es la fricción que surge entre un deseo y un objetivo valioso.
Si hay deseo y el objetivo se percibe como valioso todo va como la seda, pero pueden surgir problemas en la motivación cuando falla cualquiera de estos tres elementos: el deseo, la variable ejecutiva o el aliciente.
A veces, el deseo no existe, o está desactivado. Las personas abúlicas carecen de deseos, otras muchas veces, y eso se da mucho en la educación, el objetivo no se percibe. La meta no se ve como útil ni gratificante, y otras veces falla la variable ejecutiva, es decir, el sujeto no se siente capaz de conseguirlo, carece de un sentimiento de competencia o no tiene un hábito de buscar el objetivo (también muy frecuente en el mundo educativo)
Por tanto, para aumentar la motivación  habría que incidir sobre alguno de estos tres factores. Aumentando el deseo, aumentando el aliciente del objetivo o aumentando las variables ejecutivas, es decir la capacidad de competencia del sujeto y el hábito de perseverar. Esto se dice muy fácil, lo complicado es ponerlo en marcha, pero al menos ya tenemos trazado un plan.
Una de las claves en la educación y del talento pedagógico es relacionar los valores deseables (lo que queremos que aprendan) con los deseos reales (igual que hace la publicidad con nosotros). Igual que los conceptos nuevos se aprenden a partir de los ya aprendidos, con la motivación ocurre lo mismo, los nuevos valores se basan en los deseos. Lo que ocurre es que hay que vincular los objetivos a los deseos de serie que tiene el sujeto, no se pueden crear nuevos, todo lo más hibridarlos y ampliarlos.
Cada vez que queremos que nuestros alumnos se interesen por algo, tendremos que enlazarlo con alguno de los “deseos de fábrica” con los que nacen, que son, lo volvemos a recordar:
Disfrutar, vincularse socialmente y ampliar las posibilidades de acción (autonomía, independencia, progreso, creatividad, logro y poder).
  Entre ellos no están las ecuaciones de segundo grado, el número de patas que tienen los artrópodos, o el análisis de árboles sintácticos. Y, desde luego, no hay un deseo innato de estar metidos en un aula seis horas diarias.

No podemos crear deseos nuevos. Pero podemos ampliar los que hay, de tal manera que integren en su dinamismo metas u objetivos que no estaban al principio. Tampoco estaban incluidos en esos deseos básicos el móvil, el piercing del ombligo, el iPad, o el zapato de tacón alto. La astucia pedagógica o publicitaria consiste en encontrar esos engarces entre objetos modernos y anhelos antiguos.
Espero que les haya resultado útil este artículo sobre la motivación. En la próxima entrada hablaremos de los déficits de motivación. Un saludo y hasta la próxima entrada.

Comentarios

  1. Creo que tienes razón a la hora de resaltar la importancia que tiene en todo proceso educativo el hecho de conjugar o hibridar, utilizando el término que empleas, los deseos de ser que todo adolescente tiene. Deseo de ser: proyectado en una imagen ficticia e idealizada de sí y enmarcada en un plano temporal futuro (creo que es muy importante ubicar esa imagen idealizada de sí en tiempo concretos, no en un de mayor quiero ser... Junto a esta imagen, está el soy quien deseo ser, situado en una perspectiva temporal presente, en el hoy. A través de esta hibridación de deseos de ser hoy y mañana, creo en el trabajo pedagógico del docente está en ayudar al alumno, no a ser tanto quien quiere ser, sino a trabajar el que sea bien lo que es hoy y comprenda que este ser hoy le marca un recorrido que lo posicionará en un futuro más o menos alejado de su deseo de ser.
    Saludos.

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  2. Totalmente de acuerdo. Para este proceso que explicas, sobre el trabajo con el alumnado que le ganga ver un recorrido, con un principio y una meta, es importante hacerles sentirse capaces. Qué sientan que puedan. Carol Dweck en su libro "Actitudes de éxito" apunta que las personas que sólo se fijan en el resultado, suelen fracasar más que las que se fijan en el proceso y que piensan si se equivocan que perserverando se puede conseguir. Tomas Alba Edison el inventor de la bombilla, lo consiguió al intento 1000. Preguntando por sus 999 fracasos anteriores, él respondió: "No he fracasado 999 veces, he aprendido 999 modos diferentes de cómo no hacer una bombilla". Este sentimiento es el que los educadores debemos inculcar a nuestro alumnado.
    Recibe un cordial saludo.

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  3. Me parecen extraordinariamente sugerentes dos ideas que apuntas en tu entrada. La primera, esa de que el pedagogo ha de convertirse en un gran seductor, que tome las artes de la publicidad y las transforme en el aula para atraer a sus alumnos y otra, que debemos basarnos en los elementos motivadores básicos de manera que sirvan de trampolín para reforzar las conductas en las tareas arduas del aprendizaje, porque esencialmente el hombre tiene curiosidad por aprender, pero evidentemente estar día a día delante de los libros es ya otra historia.

    El niño y más el adolescente es una personita en proceso de formación y es tremendamente vanidosa, a la vez que tremendamente insegura y que necesita continuamente sentirse importante llamando la atención. Creo que en los alumnos muy desmotivados con el estudio hay un sentimiento de incapacidad, pero también a veces un sentimiento (más o menos subjetivo) de que a nadie le importa que estudie o no. Me da la sensación de que muchos de esos alumnos que fracasan están lanzando una llamada de atención para despertar el interés a su alrededor y, en ese caso, debemos trabajar aunadamente tanto los profesores como los padres.

    Debemos descubrir el punto fuerte de un alumno y halagar su vanidad (a todos nos gusta tener nuestros 5 minutos de gloria ¿verdad?)en ese punto, de manera que su autoconfianza se vea reforzada para que él pueda empezar a percibir que si puede una cosa, por qué no va a poder con la otra, aunque con la consciencia clara de que uno puede ser menos brillante en aquello para lo que está menos dotado.

    Abundando en el tema de la seducción, no hay cosa menos atractiva que la rutina, el cerebro se atrofia, deja de pensar y pasa al modo automático: aprovechemos todos los medios a nuestro alcance para provocar curiosidad en los alumnos, el universo cibernético nos ofrece mil oportunidades para ello.

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  4. Totalmente de acuerdo. Es cierto, que llevar esto a la práctica es muy difícil pero si tenemos claro lo que hay que hacer ya tenemos una parte importante conseguida.
    Un saludo.

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